El 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa) fueron asesinadas por la policía secreta del dictador Rafael Trujillo en la República Dominicana. Desde entonces, tanto para ese país como para el resto del mundo, este día es un símbolo de la lucha contra la violencia hacia las mujeres.
En estos últimos años son muchas las mujeres y los hombres que han tomado conciencia y han abierto los ojos frente a la desigualdad y la discriminación que históricamente ha sufrido el género femenino. Sin embargo, aún hay mucho camino por recorrer.
En nuestro país las marchas de #NiUnaMenos, como consecuencia de los femicidios, han logrado instalar la discusión de la igualdad de género en las agendas políticas, que ha dado como resultado el avance normativo y la incorporación de derechos, que sin lugar a dudas significan un avance importante en el anhelo de años de lucha.
Hace pocos días, el Congreso de la Nación Argentina, emulando a los diputados y senadores de la provincia de Buenos Aires, aprobó la Ley de Paridad para los cargos electivos.
La violencia más perversa es aquella que se esconde en los arraigos culturales, y es por eso que no encontraremos la cura a este flagelo en tanto y en cuanto la mujer, como protagonista social, no conquiste la igualdad y paridad absoluta, enterrando así todo vestigio de machismo violento.
En esa batalla me verán trabajando de manera comprometida para que en este mundo no se derrame una gota más de sangre, producto de la intolerancia y la violencia contra las mujeres.
