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| 09/07/2018

Cómo fue el secuestro del padre Julio, el caso que reveló la complicidad militar, religiosa y periodística en Junín

En la noche del 25 de mayo de 1976, un centenar de efectivos del Batallón 101 de Junín rodeó la manzana del colegio Marianista. Ese día Julio Santamaría fue secuestrado y liberado poco después. Sin embargo, sufriría un segundo secuestro, que sería más violento, extenso y tortuoso que el primero.

“La intervención de las Fuerzas Armadas destituyendo un gobierno elegido por el pueblo, siempre ha sido objeto de críticas encontradas y opuestas, máxime cuando aquellas que adoptaron posturas altisonantes que, luego, no se ajustaron a la realidad. En el caso de esta última intervención, no queremos emplear el término “golpe” porque es otra, al parecer, la filosofía y la actitud asumidas por las FF.AA. Todo parece distinto. Amén de la unidad de las tres armas, en todo el territorio nacional es fácil descubrir que las mismas, agotadas todas las instancias, se han decidido a intervenir, no para “golpear” a nadie, sino para prestar un servicio a todos” (Editorial, titulada “Sensatez”, del diario La Verdad de Junín, publicada el 30 de marzo de 1976).

Así, el diario, propiedad del Arzobispado de Mercedes Luján daba la bienvenida al golpe militar. Creado en 1917, por el sacerdote Vicente Peira, con el explícito fin de decir “las cosas sin prejuicios, sin pasión y con sinceridad”, en marzo de 1976, era dirigido por Domingo Cancellieri, párroco de la Iglesia San Ignacio de Loyola, la más influyente de la ciudad. Bajo su conducción, durante los años procesistas, La Verdad no sólo omitió cualquier referencia al clima represivo que ciñó a la ciudad del noroeste bonaerense, si no que hasta ocultó el secuestro del sacerdote marianista Julio Santamaría, por parte del Comando de Artillería 101 de Junín, cuyo jefe era el coronel Félix Camblor.

El silenciamiento en que incurrió el único diario que tiene la Iglesia en el país, fue robustecido por las reiteradas presencias de Cancelleri en los actos públicos comandados por el interventor local, el capitán Roberto Sahaspé.

Secuestro y tortura Julio Santamaría

En la noche del 25 de mayo de 1976, un centenar de efectivos del Batallón 101 de Junín rodeó la manzana del colegio Marianista. Un pequeño grupo ingresó a la casa donde se alojaban los sacerdotes Julio Santamaría, Lorenzo Aspe, José Manuel del Pozo, Juan Manuel Sierra y Andrés Pérez. El objetivo era el primero.

A días del golpe, Pérez se había reunido con Camblor, quien, a pesar de su ambigüedad, procuró tranquilizarlo: “No se preocupen. Es cierto que en mi jurisdicción tengo curas comunistas, que hay varios en la pesada pero no va con ustedes. Conocemos bien quiénes son y qué hacen. Tengo la mejor opinión de ustedes. Hasta la semana pasada el general Videla en una parada militar en Campo de Mayo me habló bien de ustedes. Así que tranquilos. Mientras esté aquí al frente del Ejército no se les tocará un pelo. Confío plenamente en ustedes”.

El propio Pérez narró que no sólo secuestraron y golpearon con una manopla a Santamaría, si no que también se apropiaron de varios libros y de un cuestionario de Catequesis. No obstante, en el legajo 5760 de la DIPBA, en la entrada “Asunto posible vinculación de varias personas con la subversión en la ciudad de Junín”, se precisa que se trata de “diez (10) preguntas extraídas de un libro de catequesis proveniente de Medellín (Colombia) de neta extracción Tercer Mundista en las que enfrenta en la acción disociadora a los hijos con sus padres”.

La onda represiva se expandía en Junín. En un operativo similar, esa misma noche, a sólo 500 metros del colegio, otro grupo de militares irrumpió en el domicilio de Hugo Ramón Torreta, a quien se lo llevaron por “averiguación de antecedentes”. Actualmente, Torreta es uno de los 35 desaparecidos que tiene Junín.

Lo primero que hizo Pérez, por entonces director del Marianista, fue volver a encontrarse con Camblor, quien se desligó del operativo, responsabilizando al Regimiento de Infantería Nº 7 de La Plata, donde había sido trasladado Santamaría. En esa oportunidad, el capellán del cuartel, Santiago Artemio Mora, le contó que cuando lo vio “Julio estaba dolorido por los golpes recibidos y se quejaba de un costado, pero le preocupaba mucho más qué iban a hacer con él”.

Seguro de que los contactos locales no servían, Pérez recurrió al general Leopoldo Galtieri, de cuyo hijo tanto Pérez como Santamaría habían sido profesores. “Ciertamente esperaba mejor resultado de la visita. Sin embargo, tanto entonces como ahora tengo la convicción de que (Galtieri) intervino y se comunicó con La Plata en favor y en defensa de Julio. Quizá a él se deba que Julio vivió”, detalló Pérez.

Santamaría regresó a Junín. El 31 de mayo, fue citado junto a Peréz a una reunión en el Regimiento. Allí, fueron recibidos por varias personas, entre quienes estaban los jefes militares Camblor y Ángel José Gómez Pola. Pero la sorpresa fue que también estaba el director de La Verdad, el cura Domingo Cancellieri. “La presencia del padre Julio en Junín provoca disensiones en mi Ejército y deberá ser nuevamente investigado en La Plata. Será bien tratado”, informó Camblor. Así, comenzó el segundo secuestro, que sería más violento, extenso y tortuoso que el primero.

Agotado el canal castrense, comenzaron a sondear a integrantes de la jerarquía católica. José María Arnaiz y Vidal Ochoa visitaron a monseñor Antonio José Plaza, arzobispo de la Plata, quien apenas atinó a decir que “si estaba allí era por algo y que él no podía hacer nada”. Tras notificarle de la situación al arzobispo de Mercedes, Luis Tomé, el cura Casalá se reunió con Pío Laghi, nuncio apostólico entre 1974 y 1980, y con el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Raúl Primatesta. “Cuando lo detuvieron fuimos con toda la información. No hicieron nada. Te tiro el dato: no hizo nada, estaba enganchado, estaba implicado, no podía hacer. No sé. No hizo nada”, aseguró el marianista Luis Casalá en una entrevista a este medio.

“La respuesta fue ´vamos a ver qué podemos hacer´. Nada. En el argentino (por Primatesta) se notó por lo menos una preocupación. Pero no sentí nada. Ni apoyo. Con el argentino pensé que a lo mejor que como recibían muchos casos de golpe tendrían o se juntarían con información de otros obispos. Son obispos que saben, no es un curita que va al nuncio. Son informaciones de los mismos obispos. Pero de hecho el episcopado argentino no tuvo una postura valiente”, concluyó tajante Casalá, quien había participado de aquel encuentro con Galtieri.

El detalle de las reuniones con Laghi y Primatesta no es menor. En una entrevista concedida a la revista cordobesa El Sur, en julio de 2012, Jorge Rafael Videla citó a Primatesta (fallecido en 2006) y a Laghi (fallecido en 2009) entre los representantes de la Iglesia a quienes “consultaba” sobre cómo tratar el tema de los desaparecidos.

Finalmente, a Santamaría se le permitió salir del país rumbo a España el 20 de junio de 1976. Fue trasladado por un grupo de militares desde el penal de Villa Devoto al aeropuerto de Ezeiza, donde lo esperaban cuatro marianistas, entre ellos Casalá y Pérez, quienes sólo pudieron entregarle los documentos y despedirlo. Recién volvería a la Argentina en 1990, para años más tarde retomar sus actividades en el colegio Marianista de nuestra ciudad.

Julio Luis Santamaría falleció este domingo, a los 84 años, en Oviedo, España.

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