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| 15/09/2018

La gran estafa de Vidal y Macri sobre los brotes verdes en el interior ya se marchitaron y no tienen futuro

El gobierno de Macri y de Vidal pretenden tapar el desastre que generan vendiendo una nueva ilusión, que es un supuesto rebrote económico que vendría de la mano de “El Campo". Confían en reavivar un antiguo mito argentino según el cual "con una buena cosecha nos salvamos todos". La realidad nos muestra otra cosa. El análisis y el cálculo no nos permiten ser tan optimistas.
 
Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner el agro fue protagonista del desarrollo, pero bajo una normativa absolutamente diferente a la actual. Siguiendo los objetivos de industrializar la ruralidad, federalizar la industria y descentralizar. Las retenciones servían para financiar el agregado de valor en origen y lograr escalas que sustituían importaciones (en la cadena del cerdo, por ejemplo). Al mismo tiempo, esos derechos de exportación desacoplaban el precio de la comida de su valor internacional en dólares y permitían un costo de vida interno más razonable, dando mayor competitividad a toda la economía mediante el abaratamiento del salario sin disminuir calidad de vida.
 
Los créditos para inversión, el fomento al encadenamiento productivo, la energía a precios subsidiados, el fondo solidario para obras de infraestructura, fueron políticas de desarrollo que aprovecharon de modo virtuoso el auge agropecuario, al mismo tiempo que lo fomentaban. El agro nunca tuvo mejor horizonte que en ese esquema. Se multiplicó varias veces la cantidad de toneladas producidas y el área de explotación, al tiempo que se desendeudó primero y se capitalizó luego a los productores como nunca antes en la historia.
 
 Fue de esta manera que "El Campo" transmitió su crecimiento al resto de la economía y de la sociedad: mediante la intervención del Estado para equilibrar una economía argentina que, librada a su suerte, se desequilibra fatalmente. Retirar al Estado de la regulación de este ciclo es volver a poner a la producción agropecuaria como un enclave, como lo sabe cualquier historiador. Y los enclaves, como sabe cualquier economista, terminan enfrentados al resto de la estructura social y económica.
  
El nuevo tipo de cambio, suponiendo que la cosecha no sufra nuevos reveses, es sumamente atractivo para la agricultura. La prueba está en lo tibio de las protestas contra el nuevo esquema de retenciones. Retenciones que a diferencia de las del gobierno anterior solo están destinadas a garantizar el pago de la enorme deuda externa que este gobierno contrajo y que el FMI impuso. Este dólar más que compensa lo retenido. Pero no es cierto que se convertirá en un tractor del desarrollo. Por el contrario, la ruina que sufre hoy la mayoría de los actores económicos, se profundizará.
 
“El Campo” no es solo agricultura para exportación. “El Campo” no es solo un Comoditis que genera dólares. La ganadería se destina mayormente al mercado interno (cuya capacidad de pago en pesos se encuentra brutalmente devaluada), mientras sus costos avanzan al ritmo del dólar. Es verdad que ahora estarán un poco más protegidos de las importaciones por precio, pero también es cierto que nada se ha hecho para equiparar las exigencias fitosanitarias que favorecen a los extranjeros. Producir cerdos, huevos, leche o aves con maíz y otros cereales a precio europeo es hoy una aventura inviable. Y como esta, todas las economías regionales sufren la ausencia de políticas específicas que subsanen los estragos que les produce el aumento de costos, el aumento de la energía y los combustibles y la baja del mercado interno.
 
Y si es cierto que” El Campo” no es solo agricultura para exportación, mucho más cierto aún es que la Argentina no es solo “El Campo”. Durante los doce años del kirchnerismo la Argentina se reindustrializó, también en el interior. Pero la apertura importadora y el aumento del costo de la energía fueron un golpe muy duro para el sector. Si consideramos, además, que en su mayoría producen para el mercado interno, entenderemos que la situación actual no es prometedora.
  
Lo mismo pasa con el comercio. Costos inmobiliarios que se dolarizan, tarifas mil por ciento más caras, financiamiento que ahorca... y tener que hacer frente a eso con ventas que se cayeron a la mitad. No hay nada para que un comerciante pueda inventar y atraer a clientes que no tienen un peso.
 
Ese mercado interno hoy deprimido es la llave para relanzar el crecimiento. Las jubilaciones y pensiones han sufrido un saqueo cuando se modificó la fórmula de cálculo para el aumento, en Noviembre de 2017. Con la devaluación última se condena al hambre a la mayoría de ellos. Pasaron de vivir con 600 dólares a sobrevivir con 250 dólares en el plazo de menos de tres años.
 
Desde 2016, los trabajadores han obtenido paritarias siempre por debajo de la inflación. Lo conseguido tras durísimas peleas en la última negociación, hoy se ha vuelto un aumento ridículo cuando se observa el modo en que se transfiere a precios el nuevo valor del dólar. Además, a la baja de ingresos hay que sumar la pérdida de puestos de trabajo. El aumento de la desocupación y de la subocupación son un flagelo creciente.
 
Si no hay recomposición del salario real, del poder de compra de las jubilaciones, si no retrotraen tarifas a niveles razonables, si no ponen tasas de interés a la medida de la producción, si no se vuelve a un esquema impositivo más justo y distribucionista, es muy improbable que vuelva el crecimiento. Podrá florecer el agro, pero será un enclave, y durará un período corto como todo aquello que quiera florecer en esta Argentina que se marchita.
 
Lic. Gustavo Traverso, Senador Provincial por Unidad Ciudadana.

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 Director de Cooperación y Relaciones Internacionales, Honorable Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires.