No hay que ser muy memorioso para recordar que el presidente Mauricio Macri apostó gran parte de su capital político a la teoría del derrame, es decir que, la bonanza de algunos sectores ganadores arrastraría de manera virtuosa al resto de la economía.
Tres años más tarde y luego de haber esperado infructuosamente los brotes verdes, los segundos semestres o las lluvias de inversiones, estamos atravesando una profunda crisis económica que ya empezó a mostrar su perfil más dramático, el impacto social.
En Junín, la triste noticia de la situación que le toca atravesar a los empleados de la empresa Don Antonio confirma lo que ya se viene anticipando en otras tantas pymes y comercios. Esta vez le toca a una empresa familiar centenaria, que siempre ha demostrado su compromiso y pertenencia juninense. Agobiada seguramente por la coyuntura, la falta de apoyo oficial a las pymes y un proyecto de país que premia la especulación financiera por sobre la producción y el empleo.
Sentarse a esperar el derrame no fue gratis en nuestra ciudad y no lo será en el futuro inmediato. Desde la gestión de Pablo Petrecca no se han generado políticas de inversión ni estimulación de emprendedores que permitan crear una red de contención laboral. Solo hace falta darse una vuelta por el Parque Industrial o los corredores comerciales de la ciudad para ver que se ha detenido la radicación de nuevas empresas y el crecimiento de los últimos años.
Sin empleo de calidad no hay ascenso social posible. Esperemos que quienes toman las decisiones de gobierno (en todos los niveles) decidan poner el caballo delante del carro y prioricen el desarrollo productivo por sobre cualquier otro interés fiscal o financiero. De lo contrario los próximos récords a batir van a ser los de pobreza y desempleo.
