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| 23/03/2020

La fe en tiempo de emergencia sanitaria

Los templos permanecen cerrados y las parroquias se van adecuando a las disposiciones de las autoridades nacionales, provinciales y municiales. Las plataformas digitales es la herramienta utilizada por los sacerdotes para seguir en contacto con sus fieles y la comunidad. Redes sociales y whatssap, se convierten en el método masivo para seguir en la comunicación cotidiana.

Por Redacción

En este marco de emergencia sanitaria también las actividades y celebraciones litúrgicas sufrieron modificaciones, justamente en el momento que la Iglesia Católica venía conmemorando el período de cuaresma previo al Domingo de Ramos y Semana Santa.

La difusión de la Santa Misa a través de las plataformas digitales, especialmente las redes sociales, es una de las herramientas más utilizadas en estos días para que los fieles pueden seguir la celebración litúrgica. "Una parroquia virtual" fue el término que el padre raúl Moretto, párroco de la Parrqouia y Santuario Nuestra Señora de Fátima utilizó para definir la manera en que los sacerdotes vienen manteniendo contacto con la comunidad.

En el caso de Fátima, también el párroco se ha puesto a disposición de la comunidad para hacer mandados a las personas mayores.

Asimismo vía whatssapp -en el caso de Fátima se ha conformado un grupo- se van enviando las informaciones y todo lo vinculado a la actividad parroquial.

"Los templos se cerraron pero la Iglesia está más viva que nunca. Somos nosotros los que le damos vida a la Iglesia. Las intenciones me hacen llegar por télefono o por chat, por ejemplo. Es otra forma y nos vamos acostumbrando", manifestó el Padre Moretto en diálogo con JUNINDIGITAL.




En cuanto a celebraciones especiales como el Bautismo, por ejemplo, se han suspendido hasta el 31 de marzo y los que estaban pautados se han reprogramado. "No teníamos fechas de casamiento para este tiempo pero si hay un caso de Bautismo, lo hacemos pero en celebración privada, sin público. La gente va entendiendo. Todo el mundo va tomando conciencia y la misma gente procura no salir de sus viviendas. Nos tenemos que cuidar entre nosotros. Por allí no estambos acostumbrados, nos sentimos raros, pero debemos quedarnos en casa", indicó el sacerdote en diálogo con este portal digital informativo.

Si hay casos especiales el Padre Moretto se acerca a la vivienda de alguna persona que necesita recibir la Comunión. "Podemos atender confesiones. Estamos en la parroquia todo el día y podemos atenderlas, con los recaudos necesarios, es decir, dos personas a una distancia prudencial, se puede hacer", detalló.





Disposiciones en la Arquidiócesis de Mercedes Luján ante la emergencia sanitaria by Roberto Torres on Scribd

LECTURAS LITURGIA CUARTO DOMINGO DE CUARESMA

Lectura         Os 6, 1-6

Lectura de la profecía de Oseas.
“Vengan, volvamos al Señor: Él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas. Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra”. ¿Qué haré contigo, Efraím? ¿Qué haré contigo, Judá? Porque el amor de ustedes es como nube matinal, como el rocío que pronto se disipa. Por eso los hice pedazos por medio de los profetas, los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz. Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.
Palabra de Dios.

Comentario
El profeta lanza una llamada urgente: “¡Volvamos al Señor!”. El pecado nos ha alejado, y no serán los ritos ni las ceremonias lo que nos hará recuperar la alianza, sino la sinceridad del corazón. Conocer a Dios, experimentar su infinito amor y gustar su misericordia, todo eso no se logra con formulismos, sino poniendo nuestra vida delante de él para que esta sane y recuperemos todo lo bueno.

Salmo Sal 50, 3-4. 18-21ab

R. El Señor quiere amor y no sacrificios.

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.
Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.
Trata bien a Sión, Señor, por tu bondad; reconstruye los muros de Jerusalén. Entonces aceptarás los sacrificios rituales: las oblaciones y los holocaustos. R.

Versículo      Cf. Sal 94, 8. 7
No endurezcan su corazón, sino escuchen la voz del Señor.

Evangelio      Lc 18, 9-14

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador! Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.
Palabra del Señor.

Comentario
¡Cuánta autosuficiencia en la proclama del fariseo cumplidor! Seguramente era cierto su autoelogio. Pero no dejaba lugar para la relación personal y amorosa con Dios, como si, en lugar de una alianza, su vínculo con Dios fuera una lista para completar. El publicano, recaudador de impuestos, considerado impuro y pecador por la élite religiosa, se ubicó delante de Dios con sinceridad y abrió su corazón. Sabía que Dios es misericordioso, y a esa misericordia se confió. Su humildad y su sinceridad mantienen vivo el vínculo entre él y Dios.
 

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Redescubriendo la Eucaristía gracias al Coronavirus

En estos tiempos, por lo menos en Italia – pero la medida se está extendiendo a otras naciones – no se puede celebrar la Eucaristía. Estamos sin Misa. Los obispos, siguiendo las directrices del gobierno que impiden las aglomeraciones, prohibieron las celebraciones.

Tal vez puede ser uno de los aspectos positivos que nos regala el aguerrido virus: recuperar el verdadero sentido de la Eucaristía.

Todas las realidades humanas con el tiempo van perdiendo la inspiración original y el sentido: la Eucaristía no escapa de esta verdad.

En muchos casos hemos transformado la celebración eucarística en puro y estéril rito. Hay que seguir las rubricas y las reglas; todo esta prefabricado y empaquetado. A menudo se repiten gestos mecánicamente. Los gestos y símbolos en muchos casos ya no dicen nada. No hay encuentro humano y la fraternidad es relativa.

Falta vida, falta inspiración, falta espontaneidad.

Ahora que no podemos celebrar podemos redescubrir el sentido central de la celebración de la eucaristía.

¿Qué sentido tiene celebrar?

¿Qué se celebra?

En sentido estricto solo podemos celebrar una realidad: la vida. Solo tiene sentido la celebración de la vida. ¿Hay otra cosa?

¿No es el vivir el regalo más grande y maravilloso de la Vida misma que llamamos “Dios”?

Toda celebración humana – por ser simplemente humana y más allá del cristianismo – es pura celebración de la vida.

Cumpleaños, aniversarios, logros alcanzados, amor realizado: todo es vida celebrada.

La Eucaristía no es otra cosa. Gracias a Dios. No tenemos que buscar algo extraordinario en ella ya que lo único extraordinario y milagroso es la vida misma, el hecho de existir. Somos. Existimos. Vivimos.

Para los cristianos la Eucaristía es la manera cristiana de celebrar lo único esencial: la Vida. Esencialmente la Eucaristía es celebración de la Pascua: la Vida que vence a la muerte. La Vida más acá y más allá de la muerte. Vida plena: siempre y por doquier.

Este es el primer fundamento.

El segundo le sigue: celebramos la Vida al estilo de Jesús y como Jesús.

Celebrar la Eucaristía es entrar en la Vida misma del Maestro para aprender a vivir como él vivió, pero la Vida precede a la Eucaristía y celebrar la Eucaristía solo tiene sentido en el contexto más amplio de la Vida: y la Vida real es siempre concreta y se manifiesta en el aquí y ahora.

Por eso que la Eucaristía va mucho más allá del rito: solo tiene sentido si entramos en la Vida del maestro para vivir como él. La Vida viene antes que la Eucaristía.

La vida de Jesús la podemos resumir en tres grandes dimensiones: gratuidad, compasión, entrega.

Jesús vivió a partir de la gratuidad: se descubrió don y por eso vivió su existencia como un don.

Jesús descubrió que toda forma de vida era un regalo y por eso fue compasivo y solidario. Se sintió y se vivió en profunda unidad con todos y todo.

Jesús vio que la única manera de vivir el don de la vida era entregándola. Por eso la entregó día tras día, hasta la entrega final en la cruz.

La primera y fundamental “celebración de la Eucaristía” entonces es vivir como Jesús, vivir desde Jesús. Ser Jesús. Y esto hoy es posible a través del Espíritu que sigue soplando vida. La Vida es el primer y fundamental sacramento.

La fidelidad esencial entonces no es al rito en sí mismo. El rito expresa (puede expresar o no) la centralidad, la hondura y la belleza de la vida.

Por eso que, si se puede celebrar el rito bien y si no se puede, bien igual.

Lo esencial es la fidelidad a la vida que nos está llamando aquí y ahora. El Misterio pasa por la vida y solo por la vida.

Celebrar verdaderamente la Eucaristía es entonces vivir al estilo de Jesús en el momento presente. Es esto lo que construye la comunidad y la iglesia, más allá del rito.

Para que el gesto del pan partido y compartido tenga sentido y valor tiene que existir una fidelidad previa a la vida. Desde ahí todo arranca.

Por eso que tal vez sería bueno dejar de celebrar el rito todos los días. En algunos sectores de la iglesia existe cierta obsesión por celebrar todos los días… y nos olvidamos de la vida y convertimos la Eucaristía en rito externo y mudo.

Jesús celebró una vez sola, al final de su vida. Celebró la entrega definitiva y total.

La entrega de la vida es cosa seria y honda. Repetir todos los días el gesto de la entrega del maestro puede banalizar la celebración eucarística. Casi siempre la cantidad va a mermar la calidad.

Es mucho más sano y humilde celebrar menos pero con más consciencia, sin correr, con todo el tiempo necesario. Celebrar la Eucaristía es estar dispuestos a entregarse totalmente y esto se banaliza si lo hacemos “por obligación” (“tenemos que celebrar”) todos los días.

Necesitamos purificar la Eucaristía de tantos aspectos superficiales que nos alejan de su verdadero sentido. Necesitamos eucaristías con menos palabras y mucho más silencio. Eucaristías menos formales y más arraigadas a la vida concreta. Eucaristías más fraternas, libres, dinámicas, alegres. Eucaristías donde verdaderamente se celebra el regalo gratuito y espontaneo de la vida y del Amor que nos ama y nos hace ser.

Gracias al coronavirus podemos redescubrir la Eucaristía. Aprovechemos.