El 2020 fue el año que nos llevó a replantearnos cómo seguir educando en la NO presencialidad, con las dificultades, los obstáculos personales y colectivos.
Luego de un arduo esfuerzo de revisión y transformación de nuestras prácticas, lo logramos, con creces, logramos sostener el vínculo pedagógico; siempre con un dejo de preocupación y/o frustración por lo que falta, por lo que perdimos, por lo que no alcanzamos.
“En el mes de enero” nos sorprenden algunos dirigentes políticos pedir que “abran las escuelas”; esos mismos que en su gestión no garantizaron, ni garantizan condiciones de infraestructura seguras, que consideran un gasto la escuela pública, que descontinuaron el programa “conectar igualdad” y los que frente a un reclamo docente propusieron como solución la sustitución de estos por voluntarios, en fin.
Les contamos porque parece que aún no se enteraron, que la escuela siguió abierta, activa, al frente, atendiendo las demandas sociales, de educación, alimentación, administrativas, de contención y atención a las familias. Estas últimas fueron muy importantes en el sostenimiento de la trayectoria pedagógica.
En el 2020 a la escuela le tocó estar en cada hogar de nuestros estudiantes. La educación no sólo se concibe en un salón de clases, mucho menos en pandemia.
Les pedimos en vez de jugar al duranbarbismo con slogan y Hashtag, que inviertan su tiempo en arreglar a través de Consejo Escolar las instituciones que antes de la pandemia se encontraban en pésimo estado y luego de un año siguen en las mismas condiciones.
Sabemos que a través de la Vacunación se podrá controlar la pandemia, generando las condiciones necesarias para volver a la presencialidad. A estos dirigentes los invitamos a que conozcan las realidades de nuestras escuelas y así tal vez pasen de grado, ya que por la educación pública no hicieron nada y por controlar la pandemia mucho menos.
