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| 24/07/2018

Lloris hizo justicia

Gabriel Erbiti nos ofrece una particular visión sobre la final del Mundial y sobre las sensaciones que despierta este hermoso deporte llamado fútbol.

Por Redacción

Por Gabriel Erbiti

Minuto  65  y Francia pone el 4-1. Miro el reloj. Faltan 25 minutos. Pienso que tanto para la cabeza de los croatas como para la de los franceses el partido está terminado. Triunfo y gloria para unos, derrota y decepción para otros.

Pero cuál es el problema. Faltan 25 minutos. 25 eternos minutos.  

Si el partido sigue por estos carriles, puede llegar a terminar 6 o 7 a 1 tranquilamente. Entonces puede ser triunfo y gloria para unos y derrota y humillación para otros.

Más allá del carácter aguerrido de los croatas, el 4 a 1 es demasiado. Es demasiado porque creo que el resultado se les cayó encima. Realmente no era un partido para un 4 a 1 pero la contundencia de los galos hizo la diferencia.

Así que no será suficiente con el carácter de los balcánicos, que además llegaron al partido decisivo con varios minutos más de trajín. Prácticamente con los alargues y penales de los partidos previos llegaron con un partido más que los azules.

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Pero de repente sucede lo inesperado. Y esto es lo hermoso del deporte jugado por seres humanos, víctimas de sus circunstancias, sus decisiones, sus miedos y sus grandezas.

Lloris recibe una pelota hacia atrás. Una pelota que viene al rastrón, tranquila. Sólo tiene que pegarle fuerte para arriba. Si acierta a un compañero, mejor, y si no, nadie le reprochará nada. Pero en un breve segundo (y acá está lo hermoso del fútbol) decide enganchar para su izquierda para esquivar a Mandzukic, la torre croata que aún no se rindió. Entonces, un mal cálculo del arquero hace que el delantero pueda pegarle a la pelota con su diestra y se meta en el arco, tranquila como venía, convirtiendo el 4 a 2.

En ese instante todo cambió.

Lloris viendo cómo la pelota se le metía irremediable en el arco, Mandzukic, nuevamente gritando un gol que podía ser parte de un milagro (como aquel segundo a los ingleses que casi termina con la vida de un fotógrafo mexicano), los croatas pensando lo impensado, los franceses también pensando lo impensado, y nosotros frotándonos las manos. Y hasta por un instante cerré los ojos e imaginé una torre de croatas festejando el tercero y hasta el cuarto gol sobre la hora, en una épica remontada digna de los verdaderos grandes.

Entonces, creo que Hugo Lloris, en ese milisegundo en el que decidió enganchar hacia su izquierda en vez de pegarle fuerte para arriba, hizo justicia con los croatas. Porque a partir de ese instante estos volvieron a poner el partido al menos en un nivel más lógico. Y finalmente fue 4 a 2.

 Y no creo que Lloris haya hecho lo que hizo sobrando la situación, no. Creo que fue fruto de ese cuarto gol que “terminó” el partido. Lo hizo relajado, con un resultado puesto. Es lógico y clarísimo que con el partido 0 a 0 no lo haría ni loco.

Pero de alguna manera inconsciente, el arquero hizo justicia.

Hubiera sido muy injusto que esta selección de Croacia fuera más recordada por la “goleada histórica en la final de Rusia 2018” que por todo lo que hizo en el resto del mundial.

El 6 o 7 a 1 hubieran sido muy injustos.

Hubiera sido injusto con Modric, Rakitic, Mandzukic, Perisic, Vrsaljko, Lovren, Vida, por nombrar sólo algunos.

Hubiera sido injusto con Dalic, el técnico croata.

Hubiera sido injusto con nosotros, los amantes de este maravilloso deporte, que a pesar de tantos y tantos morbosos millones de euros y dólares, aún creemos en él por este tipo de decisiones mal tomadas. La de Lloris, claro.

Hubiera sido injusto con el fútbol.

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