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| 08/07/2018

"El corazón sobre todo"

El Mundial es un hermoso acontecimiento para vivirlo desde cualquier lugar. Como periodista o como espectador, nadie es el mismo después de haber presenciado Rusia 2018.

Sentado en una de esas callecitas de Madrid. Bares, bares y más bares, uno a lado del otro pintan una ciudad que tiene en “Antón Martín más bares que en toda Noruega”. Ahí mismo, en una ventana/mesa, Baltasar Quiñones piensa en la increíble experiencia de haber vivido un Mundial desde la óptica periodística. “Uno es periodista las 24 horas”, se dice y recuerda enseñanzas, algo imposible de dejar de hacer en ese ejercicio hermoso pero, a veces, ingrato. Vivirlo como le tocó vivirlo fue una situación que espera no sea excepcional, pero con la sinceridad a cuestas le resulta difícil proyectar algo parecido en Qatar (por ir solo cuatro años).

Lo cierto es que con Sabina de fondo, una buena tortilla y una copa de Rioja crianza, le pasó algo que infrecuentemente le sucede. Valoró rápidamente lo que le sucedió desde todos los ángulos. Desde lo periodístico, desde lo placentero y desde dónde toque. Estar acompañando a la Selección Argentina fue un viaje. Con todas las letras. Literalmente desde la distancia que había que recorrer hasta el lugar de entrenamiento (Bronnitsy queda a dos horas y media de Moscú) hasta la posibilidad de presenciar una conferencia histórica como la de Mascherano, después de un sin fin de pescado podrido vendido y comprado por gente dispuesta a vender a su madre si fuera necesario. La lógica del mercado (no periodística) vivida en el primer asiento del espectáculo. Pero acaso sea necesario remarcar que en ese barro Baltasar conoció colegas de la vereda correcta y opuesta (la mayoría), dispuestos a dar una mano como corresponde. Muchos de ellos contando el lado B y más interesante del Mundial.

Un Mundial que le dio la posibilidad de conocer un país inabarcable pero atrapante. Su historia, su gente, su infraestructura, su transporte, sus catedrales. En ese punto aparecen los amigos: Lisandro, Nicolás, Bernardo y Hernán sin quienes nada hubiese sido lo mismo. Sin embargo queda gente por nombrar. Gustavo, otro Nicolás, Ricky, Fran, Alfonso, Eze, Gonzalo, Claudio y un largo de etcéteras de argentinos que daba gusto encontrarse en el camino; como Dima, Roma, Nikita, Ana, Alexander y tantos otros rusos que Quiñones se lleva consigo. Sus historias le recordarán año tras año que ese lugar tan lejano nunca estuvo tan cerca como ese junio/julio de 2018. Esas mismas historias que nos identifican allá y acá y que se encargan de borrar cualquier frontera que el mapa y el lenguaje interpongan en el camino.

En fin, Baltasar dejó Moscú, dejó el pintoresco bar con olor a jamón ibérico, pero se fue seguro. Seguro de haber guardado todo en la retina y en el corazón. En "el corazón sobre todo”.

 

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