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| 04/07/2020

El "Huracán de Cappa", el segundo que todos recuerdan

El Huracán dirigido por Ángel Cappa en el Clausura 2009 generó un entusiasmo colectivo en el público del fútbol que hacía tiempo no se veía y no se volvió a ver.

Por Marcial Paz y Federico Galván
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Faltaban ocho minutos para que Huracán lograra quedarse con el título del Clausura 2009 pero aquella jugada fatídica de Joaquín Larrivey chocando a Gastón Monzón, que derivó en un rebote que aprovechó Maximiliano Moralez para poner el uno a cero para Vélez, en el José Amalfitani, truncó el deseo de gran parte del público del fútbol argentino que veía reflejado en ese equipo su gusto por el fútbol.

Parece exagerado pero fue realmente así. Aquel Globo dirigido por Ángel Cappa generó entusiasmo y la ilusión de ir a ver a un equipo que jugaba bien al fútbol a partir del respeto por el trato de la pelota y la asociación que daba lugar a la libertad para crear. Todo logrado a partir del convencimiento de un entrenador que no contó con un plantel específicamente con garantías para llevarlo a cabo. Es más, la mayor parte del equipo había participado de la campaña anterior que terminó con Huracán en el décimo séptimo lugar. En ese contexto llegó el DT y causó una revolución. Primero porque, como suele suceder, fue sospechoso por hablar de métodos de entrenamientos que se basaban exclusivamente en el contacto con la pelota, algo que el fútbol argentino había perdido hacía tiempo en pos de privilegiar el aspecto físico y en consecuencia la tendencia coyuntural lo convertían en el blanco de las críticas diarias hasta tanto no demostrara  que su equipo pudiera jugar bien al fútbol y por su puesto ganara.

Con el correr de los partidos y el derroche de buen juego los otrora denostadores de turno fueron mutando y de catalogarlo “vende humo” o “lírico” pasaron a tratarlo de usted e invitarlo al piso para que cuente las bondades de su “éxito”. Nobleza obliga: descubrieron que había un equipo que ganaba y en consecuencia se preguntaron qué tendría de bueno.

Pero para ser buenos también, es cierto que la mayoría (para no decir todos) del público, que no fuera de Huracán ni de Vélez (por citar al campeón) que miraba fútbol se había encolumnado detrás del equipo que tocaba y tocaba en todas las canchas. Por esos días era común ir al Tomás Ducó y cruzarse con hinchas de otros clubes que iban a ver a ese Huracán, algo que nuestros viejos nos habían contado que sucedía en otro tiempo con los grandes equipos de la historia de nuestro fútbol.

En aquel primer semestre de 2009 se vió a un entrañable barrio de Parque Patricios ilusionado y ese sentimiento nacía del orgullo de volver a disfrutar de un equipo que lo representara. Los que tuvieron la fortuna de ver al Globo del 73 conversaban con la nostalgia y los que no, daba la sensación que estaban más cerca del equipo dirigido por el Flaco Menotti. En el Palacio Ducó, la pelota viajaba al ras del piso, la gambeta como aliada, goles después de toques y toques y las interminables jugadas que desprendían aplausos de los cuatros costados. 

Desde algún sector del periodismo y reproducido hasta el hartazgo por repetidores seriales sin evaluar ni pensar, se instaló que solo el campeón queda en el recuerdo y que del segundo nadie se acuerda. Falso. “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”, canta Litto Nebbia y este Huracán escribió la historia a base de ilusión, fantasía y alegría jugando a la pelota.

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