La verdad nos hace libres y da sentido a la vida. Contrariamente al autosabotaje que consiste en mentir, ocultar o falsear las estadísticas -durante la última década la enseñanza padeció su propio "Indec"- para hacernos sentir bien, el sistema de aplazos implementado recientemente en las escuelas primarias por la gobernadora María Eugenia Vidal es un primer paso para comenzar a revertir un proceso de declinación en la calidad de la educación en la Argentina.
Dicho de otro modo, que la dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires haya reinstalado los “insuficiente”, los “sobresaliente” y los aplazos en sus escuelas primarias es un buen comienzo para empezar a devolverle el sentido común al sistema educativo.
Sin embargo, a esta medida acertada deben seguirle otras. Y no hay tiempo que perder, pues insertar al país en un contexto global competitivo, donde la sociedad del conocimiento demanda formaciones cada vez más sólidas y específicas, requiere ingentes esfuerzos del Estado para dar vuelta la página y comenzar a trabajar para que los chicos aprendan y puedan cumplir con el patrón de aprobar.
A partir del mes que viene se podrá calificar nuevamente con 1, 2 y 3 a los alumnos desde 4° a 6° grado, mientras que para los chicos de 1° a 3° la escala irá de "insuficiente” a “sobresaliente”, pasando por "regular, bueno y muy bueno" de manera conceptual.
En este sentido, establecer valores claros sobre lo que está bien y lo que está mal fija parámetros precisos para trabajar en las aulas. Y lejos de "estigmatizar" (ese fue el principal argumento de la anterior gestión para quitar los aplazos) esta medida brinda herramientas a los chicos para que mejoren.
Ocultar las estadísticas es una trampa, que impide elevar la calidad de la enseñanza y trabajar sobre los problemas reales. En efecto, en el país de cien alumnos que empiezan primer grado, sólo 38 terminan quinto grado.
Sin un diagnóstico preciso del cuadro de situación, resulta prácticamente imposible arribar a políticas educativas eficientes. Los sectores más vulnerables y desprotegidos de la sociedad no necesitan más mentiras ni que se siga escondiendo lo que anda mal. Se necesitan, como plantea el Frente Renovador, oportunidades, apoyo, y trabajo para afrontar los desafíos de esta nueva era.
La empresa por delante es harto difícil, pues se parte de una confusión o un malentendido, que no es inocente, sino adrede, a partir del cual se nos ha venido diciendo que incluir es dejar de evaluar y, por ende, hacer a un lado la educación.
Creemos, sin embargo, que es clave premiar el esfuerzo y que los chicos sepan que no todo es igual, que no es lo mismo estudiar que no hacerlo. El fracaso de la educación se ha venido evidenciando también en otro termómetro social: el empleo, donde muchos jóvenes tienen enormes dificultades no solo para acceder al primer trabajo, sino también para asumir los compromisos del mundo laboral.
La educación de calidad es la columna vertebral de las políticas públicas y la verdadera garantía de igualdad de oportunidades. Como se dijo, se ha dado un primer paso, pero hacen falta políticas educativas de fondo, a partir de las cuales los docentes tengan mejores salarios y aquellos que se capaciten ganen más, y se empiece a revertir rápidamente el nivel de la calidad educativa. El cambio, es el cambio justo.