Papeles en el viento es una película atravesada por la pasión y el amor de cuatro amigos hacia un equipo de fútbol, un sello de los libros escritos por Eduardo Sacheri. Tres de ellos heredan un legado: asegurarle el futuro a la hija del Monito defendiendo la inversión que este había hecho antes de morir: la compra del delantero Mario Pittilanga. Otrora jugador de la Selección Sub17 pero que en ese momento intentaba resurgir como número 9 en Presidente Mitre, un equipo santiagueño del Torneo Argentino.
La cinta transcurre mostrando cómo estos tres amigos hacen infinidad de locuras para revalorizar al malogrado delantero, entendiendo poco y nada de qué va el mundo de los representantes. Desde pagarle a un periodista para que lo instale en los medios, hasta proponerle al propio Pittilanga que pase a jugar de central. “¿Viste cuando vos sacás una puerta de las bisagra y la querés volver a poner? Bueno, ¿qué es más difícil? Yo pensé lo mismo con la pelota. Es más fácil sacarla que meterla adentro del arco”. Es la particular analogía que encuentra El Ruso para convencer a Fernando de que su representado debía ser número 6 en vez de delantero. Perlitas como esta son las que por momentos despiertan la risa pero también maneja las emociones a la perfección. Porque si hablamos de amistad, amor y fútbol, es imposible no llegar a la emoción. Los cuatro personajes respiran la pasión y el amor por Independiente transmitidos de generación en generación. Una pasión que Fernando, Mauricio y El Ruso serán los encargados de transferirle a la hija del Mono.
Con todo, cualquier futbolero que vea el film se sentirá identificado, pero del mismo modo aquel que no lo sea, porque describe muy bien el terremoto de sensaciones que significa la atmósfera que encierra a un partido de fútbol, y por momentos logra que cualquiera, por un instante, sea hincha de Independiente, aunque sea ficticiamente.