El barrio, el campito y las anécdotas de la infancia siempre giran en los textos de Martín Echave, autor de dos libros: "La dupla perfecta" y "No es de oro, es de cartón". El juninense también tiene facilidades para las analogías y en este contexto de cuarentena ante el coronavirus se le ocurrió un pequeño texto que une al fútbol, las enseñanzas de los padres y la responsabilidad civil: "Vamos Adentroooo!". El segundo está publicado en "No es de oro.." y tiene que ver con esa decisión tan personal y, depende de las circunstancias, criticada, de los entrenadores: "El cambio".
Vamos adentroooo!
Vamos adentroooo! se escuchaba a mi vieja gritar desaforada, desde el portón que distaba unos metros del campito de enfrente. La particularidad, era que solamente pasaba en 3 exclusivas situaciones. Cuando estaba el almuerzo, cuando estaba la cena y cuando se venía una tormenta que rajaba la tierra. Nosotros, mi hermano y yo, y quien o quienes estuviesen de huéspedes en el día de la fecha, sabíamos de la condición de único e improrrogable llamado, por lo que automáticamente cruzábamos la calle, para que previo lavado de manos, nos ubiquemos en la mesa que estaba servida, o peguemos los ojos frente al vidrio para quedar asombrado con el vendaval anunciado.
Eso pasó hace mucho, éramos niños, pero entendíamos el mensaje. Lo que dejábamos era hermoso. Partidos inconclusos. Mano a mano a punto de definir. El empate sobre la hora. Y hasta en algún momento un penal a favor. Pero lo que pasaba adentro también era incomparable. La familia, el resguardo, el respeto, la felicidad.
Eso paso hace mucho, pero no tengo dudas que si hubiese pasado hoy, mi vieja , estaría en la puerta desaforada , gritando, VAMOS ADENTROOO!!!, y nosotros, como en aquella época, disfrutando los placeres del interior de un HOGAR, hasta esperar que por fin, la tormenta pasara.
El cambio
Es necesario. Quizás no. Es obligado. Tal vez tampoco. Llega por un hecho o una palabra que lo ubica en contexto. Con un ejemplo o una jugada que se asemeja a la acción. Un cuarto árbitro de pie al costado de la línea. Un jugador repleto de ilusiones intentando cambiar el rumbo de un equipo desorientado, o simplemente un DT indicando precisamente el objetivo a cumplir justificando su decisión de meterlo en la cancha.
Esto es simplemente un cambio. Tan fácil como la decisión más difícil de emprenderlo. La duda, el convencimiento, la reacción, el conformismo. El miedo al juzgamiento por haberlo intentado o tal vez por no haberlo hecho. La simpleza de una decisión que recaerá nada más y nada menos que en la aprobación o castigo de la multitud. El grave error. La gran decisión. La sentencia. La condena o el sobreseimiento.
Uno elige cambiar. Y el solo hecho de tomar esa decisión lo hace asumir un riesgo. No es una obligación ni mucho menos. Pero sí una alternativa. Estar abierto a esa posibilidad ya nos presenta otra opción a parte de la primariamente elegida. Y si resulta difícil para uno cambiar, imagínense para una persona cuya decisión requiere el consentimiento general. El elegir lo que todo el mundo hubiese elegido. En el momento preciso que cada individuo lo hubiese hecho. En la posición exacta que cada observador lo habría puesto. Allí comienza la duda. Que sí. Que no. Que espero. Que me apuro. En definitiva eso que parecía tan sencillo, se vuelve cada vez más complicado.
El cambio obligado aparenta ser el más fácil, porque uno se escuda de la causa que lo originó y con eso fundamentaría cualquier tipo de objeción. En el fútbol como en la vida, hay muchas opciones de cambio como última medida, que sin ser de simple resolución, a veces se utilizan como justificativos para explicar la decisión tomada.
El cambio ofensivo, es aquel que a simple vista apareciera como el más riesgoso. Y como todo aquello que presume riesgo, espera un resultado de mayor envergadura. Todo aquel que apuesta a ganar y mira para adelante, tiene mayores posibilidades que tanto el logro como el fracaso sean aún mayores.
El cambio defensivo, es aquel cuyo objetivo es mantener al menos lo conseguido, conservando una cuota de conformismo que depende de quien tome la postura puede causarle satisfacción, o el arrepentimiento de no haber ido por más.
Por eso, el cambio es mucho más que una decisión. Cuando uno decide, involucra. Cuando uno involucra es responsable. Cuando es responsable paga consecuencias. Y el precio de esas consecuencias se verán al final. El cambio es para uno e inevitablemente repercutirá en el resto. El cambio no busca dañar, maltratar ni perjudicar. El cambio busca mejorías cuyo resultado puede ser el esperado o no. Lo que realmente queda claro de la opción, es que lo que estaba pasando, no agradaba lo suficiente como para mantenerlo en el mismo estado. Entonces, detrás de ese malestar o incomodo presente viene la decisión de modificarlo. Quizás al inicio, en el transcurso, o en el límite, pero cualquiera sea el momento siempre es bueno que llegue. Como este caso puntual.
EL CAMBIO
Esta vez eligió cambiar
sin que nada lo detenga.
No hay mal que por bien no venga,
si el desenlace es fallar.
Algo había que cambiar
y un camino es la salida.
Tal vez la curva elegida
no haya sido la mejor,
pero el cambio fue la opción,
seguir derecho golpeaba.
Quedarse quieto heredaba,
la dura comodidad,
que a veces la dignidad
no debiera soportarla.
El cambio viene a matarla,
sin ser juzgado asesino,
porque el derecho divino
es buscar felicidad.
La razón de eternidad,
nos dejará pensativo,
e ir detrás de un objetivo,
no evitara tropezar.
Ahí la opción de cambiar,
será justificada,
y otra anécdota de vida
dejará el antecedente.
Errar cambiando la mente,
fallar fluctuando la opción,
jamás sufrirá sanción,
más que la propia enseñanza.
El cambio es la semejanza
a un libro de aprendizaje,
donde el sentido mensaje
lo mostrará el resultado.
Un cambio, tal vez errado,
será siempre borrador,
para citar con honor
su genial antecedente.
La victoria irá presente,
si fue con final soñado,
pero jamás olvidado
será el estudio inicial.
Aquel que llevo a fluctuar,
y tomar la decisión
de sacar al goleador
con partido estando abajo.
De no tomar el atajo
Conociendo la distancia
O pisar el freno en la instancia
Que había que acelerar.
Por abajo tenía que entrar
Y se optó por levantarla
Un penal y quiso picarla
Con el arquero estancado
Decisiones que equivocado
El futuro marcó que estaba
Pero en pelota parada
Es quien ejerce la opción.
Un cambio no es frustración
Jamás habrá que temerle
CAMBIAR es razón del juego,
Y alguna vez nos trae suerte.