Por Luciano Lahiteau, especial para Junín Noticias
La profusa producción periodística, historiográfica y musical que han generado Los Redondos en los últimos años tiene en El alucinante viaje de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota uno de sus episodios más interesantes. Esto se explica fácilmente: por primera vez, uno de los personajes fundamentales de la historia de la banda aceptó dar su testimonio y su versión de la historia aportando, además, material documental. Guillermo Beilinson, hermano del guitarrista Skay Beilinson y mentor indirecto del grupo, se dispuso a contar sus memorias con el agregado, excepcional y sorpresivo, de develar filmaciones hasta ahora nunca vistas por el público, cintas donde el armado seminal multidisciplinario que precedió a Los Redondos rodó durante la segunda mitad de los ‘70 e inicios de los ‘80.
El documental ilumina una parte de la historia de Los Redondos hasta ahora reconstruible a partir de relatos inconexos que derivan de ese espíritu original de Patricio Rey: los cuerpos donde él habitó eran meros canales de expresión para su voluntad, por lo que nadie más que esta entidad inabarcable puede adjudicarse la historia.
Guillermo Beilinson, conocido en la mitología ricotera como El Boss, es el segundo de los hermanos Beilinson y la persona que presentó a su hermano Eduardo (apodado Skay) y Carlos Indio Solari. Puede verse, durante el film, a Solari en el rol de actor de los cortos de Beilinson, que acusan una fuerte influencia del surrealismo. Todas esas filmaciones eran conservadas en su formato original (Súper 8), por lo que los realizadores tuvieron que adaptarlo al formato digital. Con su relato, Beilinson hila El alucinante viaje... Su testimonio tiene el valor de ser el de un protagonista principal en el origen de esta historia y, al mismo tiempo, el de un desconocido: el primer logro de los realizadores de esta película es haber conseguido registrar la voz de esta parte basal de la génesis de Los Redondos que, hasta ahora, había elegido no hacer pública su versión de la historia.
En ese camino, los realizadores se enfrentaban a la posible desintegración de un mito. “Nos encontramos con un mundo que estaba idealizado muchas veces, y que al acercarnos al archivo lo que pasó fue que ese mundo no se derrumbaba, sino que alimentaba miles de fantasías más –contó uno de ellos durante una entrevista con la emisora platense Radionauta-. Por fuera de campo hay un montón de cosas que se pueden seguir imaginando, creemos que la película hace una suerte de homenaje a lo que fueron los últimos años de los ‘60 y principios de los ‘70, que alimentó lo que fue la cultura rock”. En efecto, la película se inicia con una reproducción del clima de época del que germinó Patricio Rey: Mayo del ’68, la psicodelia, el Instituto Di Tella, la vida en comunidad y el intercambio multidisciplinar de una ciudad universitaria como La Plata.
La narración de Guillermo no difiere sustancialmente de la que puede conocer cualquier seguidor de la banda: el grupo fue producto de una formación diseñada para musicalizar una película experimental alrededor de 1973, en La Plata. La buena alquimia musical hizo que la experiencia se extendiera en el tiempo. Los ensayos continuaron, comenzaron a organizarse happenings donde la banda tocaba, mutaba, estallaba y se reconfiguraba. El objetivo era lograr un encuentro dionisíaco donde perder la forma humana y fundirse en un cuerpo mayor, amorfo, que los salvara del terror y la muerte. Hasta la concreción de un viaje a Salta, promovido por Skay y su compañera Poli en 1978, que se cifra como el mojón que obliga a esa turba informe a establecer un repertorio determinado y bautizarse como Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota.
Es este viaje a la ciudad de Salta uno de los puntos épicos de la película, su cénit emocional. Guillermo Beilinson prestó a los realizadores las cintas que registran el viaje, hecho en un ómnibus alquilado, hasta la presentación en el cabaret El Polaco, de la capital norteña, ante un público aterrado, que incluía al Cuchi Leguizamón. Las imágenes muestran a Skay ruliento, a Solari con pelo y barba, al resto de la troupe ricotera bailando de felicidad. También se exhiben registros inéditos, como el primer ensayo del grupo en una sala mal acustizada en los sótanos del Pasaje Rodrigo de La Plata, la primera versión de la canción Ladrón de mi cerebro, fotografías de los conciertos en el teatro Margarita Xirgú de Buenos Aires y la presentación en vivo del primer disco de la banda, Gulp!, del que se cumplen tres décadas este año. Esa fue la última filmación de Guillermo Beilinson con la banda como protagonista.
Además del testimonio troncal de Guillermo Beilinson, la película cuenta con la voz de ex miembros de la banda, como Pepe Fenton, Ricky Rodrigo, Isak Portugheis, Tito Fargo, Piojo Ávalos, J.C. Barbieri, Willy Crook, Conejo Jolivet, la corista Laura Hautton, el ilustrador Ricardo Cohen (Rocambole), los monologuistas Sergio Martínez (Mufercho) y Enrique Symns, y otros personajes de la escena de principios de los ‘80, como Horacio Fontova, Marcelo Moura y Katja Alemann. Como ya es costumbre en estas producciones, ni Skay Beilinson, Poli Castro o El Indio Solari prestaron su testimonio. “Lo que nosotros intentamos hacer fue una investigación periodística pero en formato audiovisual que hasta el momento no se había –contaron los realizadores en Radionauta-. A partir de esas entrevistas fue que nos cedieron parte de los archivos”.
La realización llevó ocho años de trabajo, obtuvo más de cien horas de entrevistas y se desarrolló de manera absolutamente independiente por un grupo autodenominado Comando Luddista, que integran cuatro seguidores de la banda y que piensan que “Los Redondos han trascendido ampliamente las fronteras del rock hasta ser el primer sinónimo de Independencia, de Libertad. Y de Resistencia”.