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Historia de una canción

“You’ll never walk alone” (“Nunca caminarás solo”), la canción que nació en Broadway, se convirtió en himno de un club de fútbol y simbolizó una de las grandes tragedias del deporte de occidente.

Por Redacción

Domingo, 10 de mayo de 2015 a las 12:28

Por Luciano Lahiteau, especial para Junín Noticias

Un día como el de hoy, 11 de mayo, pero de 1985, el humilde Bradford City celebraba una de sus pequeñas glorias. Ante el Lincoln City y en su viejo estadio del condado de West Yorkshire, al norte de Inglaterra, unos once mil simpatizantes del club aprovechaban el blanco mediodía primaveral para festejar el ascenso a la segunda división del fútbol inglés, después de una temporada de esfuerzo. Luego del triunfo en su visita al Bolton Wanderers en la penúltima fecha de la Third Division, solo quedaba hacer alarde de la consagración ante el público local. 

El partido era anodino, como todos esos matches donde no hay nada en juego. Vestido de blanco, el Bradford City tiraba la pelota contra el arco contrario por inercia. La pelota iba y venía, los jugadores parecían tener plomo en los zapatos, o tal vez luchaban contra los costes de algún festejo anticipado. Nada había pasado hasta unos minutos antes del entretiempo, cuando la voz del estadio informó lo que ya muchos veían: la tribuna principal del estadio Valley Parade comenzó a arder. Las llamas se hicieron claramente visibles justo cuando el arquero del Lincoln City salió a cruzar un ataque, como un líbero, y alzó la pelota por encima de la tribuna techada de donde no pocos espectadores ya saltaban al campo de juego, en busca de refugio.

El fuego se propagó rápido. Las autoridades policiales lo establecieron días después: un cigarrillo o fósforo mal apagado había ido a parar a la basura acumulada por años debajo de las históricas plateas. Una rendija entre los tablones había sido suficiente para que el descuido de un fumador torciera el destino festivo de la tarde. “Había un pánico tal que los hinchas se movieron en estampida hacia una salida que estaba cerrada con candado –contó esa misma tarde a la BBC el sobreviviente Geoffrey Mitchell- Dos o tres hombres grandes y rudos pusieron su peso contra la puerta y la golpearon hasta abrirla. Si no hubiese sido así, yo no podría haber salido”. 

Muchos no tuvieron la suerte de Mitchell. De las 52 personas muertas –entre las que se encontraba el anciano Sam Firth, de 86 años, quien había sido presidente del club y era el socio más antiguo- y más de 200 heridas, la mayoría intentó salir por donde lo hacen los civilizados, las puertas. Pero el presidente del club Stafford Heginbotham las había obstruido para que nadie entrara sin pagar una vez iniciado el partido. Martin Fletcher, que perdió a tres miembros de su familia en la tragedia, llegó a sugerir, en una serie de notas que The Guardian publicó con el título “56. La historia del incendio de Bradford”, que Heginbotham había inducido el fuego para cobrar un seguro que destinaría a otros negocios suyos.

Muchos espectadores tuvieron la lucidez de tirarse al campo de juego, aunque el partido estuviese todavía disputándose. Con el tino que caracteriza a su gremio, el árbitro Dan Shaw decidió suspender las acciones deportivas pocos minutos antes del entretiempo y entonces toda la atención se trasladó a la macabra expectación de la tribuna ardiente, los hinchas lanzándose de cabeza a la salvación, el humo ennegreciendo el cielo de Bradford.  “Nunca he visto algo igual –repetía ante el cronista de la BBC Geoffrey Mitchell-. El humo era asfixiante, apenas se podía respirar”.  

El desastre fue registrado por la televisión y las imágenes se repitieron hasta el hartazgo en los canales británicos. Rápidamente, la de Bradford se convirtió en una causa nacional. La primer ministro Margaret Thatcher visitó las ruinas del estadio y hasta las estrellas del espectáculo se comprometieron con la fundación que se creó para asistir a los heridos y al club. Quien se puso a la cabeza de la avanzada solidaria fue Gerry Marsden, un músico de Liverpool que llevaba varios años en el ostracismo tras los prometedores años ’60. Marsden era el viejo líder de Gerry & The Pacemakers, una de las bandas de Liverpool que patrocinaba Brian Epstein, el promotor de los Beatles. Hay quienes dicen que “sonaban casi igual” que los Fab Four, algo razonable si consideramos que Gerry & The Pacemakers figuraron al tope de los charts ingleses con canciones como “How do you do it?”, una canción que el productor de EMI, George Martin, había elegido para los Beatles, pero que Lennon y McCartney desecharon porque querían que su primer single fuera “Love me do/Please please me”.

Pero Marsden tenía buenas canciones. Una de ellas era “You’ll never walk alone”, una esperanzadora canción que había sacado de “Carousel”, un musical de 1945 escrito por Richard Rodgers y Oscar Hammerstein, en cuyo segundo acto la canción intenta aliviar la pena de la esposa de un suicida. En 1963, Gerry & The Pacemakers editaron una versión de la canción que fue un éxito en toda Inglaterra, pero particularmente en la ciudad originaria del grupo, Liverpool. El simple fue número 1 durante cuatro semanas seguidas y por alguna razón que tiene que ver con su melodía y su letra, que da aliento para sobreponerse a la adversidad, se convirtió en el himno del club más grande la ciudad, Liverpool F.C., cuyos hinchas entonan la canción en todos los partidos, justo antes del pitido inicial. La interpretación del público futbolero encontró su momento épico en la final de la Champions League de 2005, cuando el Liverpool venció a Milan después de estar 3-0 en desventaja. “No sé cómo conseguimos ganar –admitió el arquero polaco Jerzy Dudek, héroe en los penales-. Con esa última atajada en los últimos tres minutos, creo que alguien allí arriba nos ayudó. Toda la gente que vino apoyarnos fue fantástica”.

En 1985, apenas unas semanas después de la tragedia de Bradford, Marsden volvió a grabar la canción. Esta vez no lo hizo con su grupo –disuelto por entonces- sino con The Crowd, un rejunte de músicos de segunda línea que se reunió para darle más fuerza a la interpretación. Entre muchos otros, estuvieron junto a Marsden el tecladista de Yes, Rick Wakeman, el guitarrista de The Moody Blues y Wings, Denny Laine, el cantante escocés Jim Diamond, el bajista de The Who, John Entwistle,  el bajista y cantante de Thin Lizzy, Phil Lynott y hasta su colega Lemmy Kilmister, de Motorhead. 

La producción fue un éxito. Con la canción, que recorrió Gran Bretaña y el mundo, Gerry Marsden recaudó un montón de dinero y se convirtió en el primer músico de la historia de Inglaterra en llevar dos veces la misma canción al tope de los charts. Unos años más tarde, en 1989, Marsden repetiría la fórmula con otra grabación caritativa -"Ferry Cross the Mersey", junto a Paul McCartney- para ayudar a las familias de los 96 hinchas de Liverpool que murieron en una estampida humana durante un partido ante el Nottingham Forest por la FA Cup.

Curiosamente, y una vez un poco aplacado el sentimiento solidario levantado por la nueva versión de “You’ll never walk alone”, Gerry Marsden descubrió que los organizadores de la fundación no querían el dinero recaudado. Además, la discográfica que editó la canción se negó a renunciar a sus ganancias, por lo que la donación final fue una magra suma de 132.000 libras, que fueron entregadas, sin mayores distinciones, a la unión de investigación en quemaduras de la ciudad de Bradford.