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| 18/12/2022

Fútbol y corazón para ser campeón

El equipo de Scaloni brilló, sufrió y festejó en los penales para levantar la Copa Mundial por tercera vez en la historia.

Argentina fue un campeón total. Total porque tuvo su sello en el momento más importante de la trayectoria que se inició en 2018 cuando pocos confiaban en este cuerpo técnico y algunos de los jugadores más grandes. Fue en la final, nada más ni nada menos que mostró su fútbol total. 

Se impuso desde todos los aspectos del juego al último campeón, Francia, haciendo gala de su toque para disminuir al rival a la mínima expresión, sin campo de acción para Mbappé y compañía, y ganando cada duelo. Uno de esos duelos fue el de Di María y Dembélé que puesto de extremo por derecha para atacar (sucedió muy pocas veces) terminó persiguiendo al fideo hasta su propia área y cometiéndole el penal con el que se abrió el partido.

Ese gol alimentó (por si le faltara) la confianza del equipo de Scaloni, que se dedicó a tocar y moverse para borrar del campo a los franceses. Claro que cuando hubo que recuperar allí estuvieron los once también y el segundo fue una obra maestra en ambos sentidos. Por la recuperación en campo propio y la precisión en velocidad para advertir a una defensa abierta y con cuatro toques se puso dos a cero arriba.

Después más toques y desconcierto en Francia que llevó a Deschamps a meter dos cambios antes del cierre del primer tiempo.

El segundo lo encontró al equipo de Scaloni con el mismo ímpetu sabiendo que no debía negociar la intensidad para recuperar la pelota porque los galos iban a intentar el descuento. En ese contexto Argentina perdió juego pero desactivó cada intento de poner a correr a Mbappé y ni siquiera con los cambios Deschamps logró inquietar hasta el minuto 80. Fue en ese instante que los europeos mostraron por qué habían llegado a la final. Una jugada aislada en la que Thuram se metió en el área y fue derribado por Otamendi. El penal fue gol de Mbappé y esa situación cambió por completo el rumbo del partido.

Francia mostró nuevamente que no necesita de ningún sustento futbolístico ni de contextos para hacer goles y un minuto más tarde ya había empatado el juego a partir de una pared y posterior remate del goleador que terminó dentro del arco.

Los minutos finales fueron de una tensión interminable para Argentina y la amenaza francesa y aunque ambos dispusieron de una chance se fueron al suplementario.

En la prórroga ambos se estudiaron mientras Argentina parecía presa del cansancio de sus mediocampistas. Paredes y Lautaro llegaron desde el banco para darle aire y en los últimos minutos de los primeros quince el delantero lo tuvo dos veces pero en ambos tiros llegó Upamecano para cerrar y salvar el arco.

Ese buen pasaje se trasladó al segundo y a los tres minutos Messi lo cristalizó en la red pero el partido ya se jugaba en un terreno más emocional que técnico y cuando parecía que se encaminaba a la victoria Francia lo igualó nuevamente de penal a doce del cierre.

Los minutos finales fueron para el infarto. Dibu tapó un mano a mano y Lautaro se lo perdió nuevamente.

Pero el final estaba reservado otra vez para el arquero argentino que en los penales surgió para taparle el segundo envío a Coman y encaminar la serie que definió Montiel (4-2) para coronar una merecida Copa del Mundo, la tercera para la vitrina de la AFA.

Merecida porque fue un equipo que se construyó desde la adversidad que supuso caer en el debut ante Arabia. Porque mostró su mejor fútbol en los momentos más complicados de la competencia. Porque borró la línea de los "jugadores experimentados" y futbolistas con un puñado de partidos disputados con la celeste y blanca hicieron creer que hacía un siglo que la llevaban puesta. En parte producto de la confianza que les dio un cuerpo técnico sin miedo a apostar por ellos y sin el tapujo de cambiar a "intocables", palabra solo reservada para el rey que no paró de brindarse entero durante cada uno de los minutos de los siete partidos: Lionel Messi.

 

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