Lunes 15 de diciembre de 1975. Por entonces el país contemplaba agazapado la turbulencia en la que naufragaba el gobierno de la viuda de Perón, María Estela Martínez, Isabelita. Sin embargo, la portada de los diarios sacudían a la población local con un título y una crónica que relataban lo que en un primer momento se insinuaba como un trágico accidente doméstico. Poco después se convertiría en el caso más estremecedor de la historia criminal juninense.
Textual: “En las últimas horas de la tarde ayer la ciudad se vio conmovida por una tragedia ante la que no hay comentario capaz de expresar en alguna medida la consternación y estupor que provoca. Una joven señora, madre de tres criaturas pequeñas, apareció muerta, electrocutada, lo mismo que sus tres hijitos, en el baño de una vivienda de la calle Posadas. El hallazgo lo hizo el esposo y padre, cuando se levantó pues se había acostado a dormir la siesta”.
Así comenzaba el artículo policial en referencia al hecho que los diarios y las radios nacionales reproducirían horas más tarde. La información era veraz aunque no se trataba de un accidente. La investigación fue rápida. Y cuando se publicaba la versión inicial, el caso ya había dado un giro dramático al comprobarse que se trataba de un aberrante asesinato múltiple y que el autor era nada menos que el propio denunciante, esposo y padre de las víctimas.
Olfato policial
El descubrimiento de lo que en realidad había ocurrido puertas adentro, en la casa de la calle Posadas 139, fue obra del experimentado olfato de un policía fogueado en el Gran Buenos Aires que por entonces estaba a cargo de la Comisaría Primera de Junín. Carlos Petanás era un hombre “caminado” y había llegado de Lanús. Desde un primer momento tuvo fuertes sospechas de que la “historia oficial” era una farsa y quien la contaba mentía.
El relato salía de la boca de Francisco Sixto Marone, de 30 años. A las 6 de la tarde del domingo 14 de diciembre se presentó en la seccional policial y denunció que su mujer, María Beatriz Barile (25 años de edad), y sus hijos, Beatriz Andrea, de 4 años; Ricardo Gabriel, de 3; y Leaonardo Francisco de 2, habían fallecido electrocutados como consecuencia de una descarga provocada por un lavarropas que estaba ubicado en el cuarto de baño.
Sospecha confirmada
El comisario Petanás lo escuchó atentamente pero no le creyó. Así que ordenó a un grupo de policías que se dirigiera a la casa de la tragedia para empezar una investigación. a Marone le pidió que se quedara en la comisaría y lo alojó solo en una habitación. El juez Penal de Instrucción Nº 1 era el doctor Osvaldo Ceci (fallecido), a quien el comisario intentó ubicar pero no lo encontró. Entonces se comunicó con el secretario del juzgado, el doctor Miguel Sainz, actualmente miembro de la Cámara Penal de Apelaciones del Departamento Judicial de Junín.
Aún hoy al juez le cuesta repasar detalles del caso. “No me acuerdo el nombre de él, tampoco el de su mujer ni el de los chiquitos, lo cual deviene en un acto fallido: no me quiero acordar de Marone. En la historia criminal juninense es el peor caso que yo he visto, y yo he visto mucho”, expresó en una entrevista. A pesar de su intento de “olvidar”, Sainz guarda los hechos en su memoria con rigor cronológico.
Escena tenebrosa
“Petanás me llamó y me pidió que fuera a la comisaría. Cuando llegué me encontré con una denuncia sobre la muerte de una mujer y sus tres hijos que habían perecido electrocutados por una falla en un lavarropas a raíz del derramamiento de agua, en momentos que los niños estaban jugando cerca del aparato. El que había hecho la denunciaera Marone. Pero al comisario no le cerraba esa historia y me dijo: ‘Doctor, acá hay gato encerrado’. Fuimos hasta la casa, aunque Petanás me paró en la puerta. “No entre Sainz, no sé si usted está capacitado para ver esto”.
La escena a la que el policía no quería exponerlo mostraba cuatro cadáveres ubicados en perfecto orden: la madre y sus tres hijos pequeños, uno al lado de otro de acuerdo a la edad. Lo primero que llamó la atención del comisario fueron las muñecas de los chicos, donde aparecían las quemaduras por la electrocución. Ese indicio hizo crecer sus sospechas y ordenó una inspección en todos los rincones de la casa. En el patio, detrás de unos arbustos hallaron unos cables de cobre. Y unos minutos después descubrieron que los fusibles habían sido reforzados con e objetivo de que, en caso de una fuerte descarga, no saltaran.
Los archivos periodísticos de esa época cuentan que Marone, quien había egresado de la Escuela Industrial, trabajaba en la compañía Shell, donde tenía un puesto en el área de electricidad.
“Este tipo es de hielo”
Durante la revisión del inmueble aparecieron más evidencias. Entre los vecinos del barrio, que no salían de su estupor, interrogaron a un bicicletero. Sainz recordó que era un italiano. “Tenía su local la esquina de Arias y Posadas. Este hombre calificó a Marone como un ‘tipo de hielo. Encontró a la mujer y a los hijos muertos y en lugar de llamar a algún médico a los gritos, sacó el auto y todavía me preguntó cómo iban Boca y River’ (ese día se jugaba el clásico). Una persona que después de levantarse de la siesta encuentra a toda su familia muerta en su casa en un accidente, sale a calle a los gritos pidiendo ayuda, no va a la comisaría a hacer la denuncia’”, comentó el juez.
La confesión
De acuerdo a las publicaciones de los diarios locales, Marone pasó a buscar a su padre en auto, le contó lo sucedido y le pidió que manejara hasta la comisaría porque él no se sentía bien. A pesar del caudal de pruebas que relacionaban al jefe de familia con los asesinatos, faltaba algo más. El comisario Petanás volvió a la seccional y se sentó nuevamente cara a cara con el sospechoso. “‘Bueno Marone, vamos a hablar claro, cuénteme cómo fue’”, rememoró Sainz aquella frase que se le grabó para siempre. “Cuando Petanás lo miró fijo, Marone se dio cuenta que la fábula del accidente no había funcionado, se quebró y confesó”, agregó.
Sin embargo, al juez no se le borrará jamás la imagen imperturbable de ese hombre. “Era de hielo, inescrutable, no se le movía un músculo. Cuando confesó se quebró porque se quebró, porque necesitaba expulsar lo que tenía adentro. Pero nunca lloró, parecía que el llanto no existía para él”, describió.
Una carta de amor
Después de su confesión Marone detalló ante las autoridades policiales y judiciales que el día de los homicidios había almorzado con su familia, consumió Valium de 15 miligramos y encima había tomado alcohol. Según Sainz, “dijo también que creía haber tenido una discusión con su mujer porque ella le había descubierto una carta en la guantera del auto de una supuesta relación extramatrimonial que él tenía en Bahía Blanca, algo que nunca se probó, y que ese habría sido el detonante que le provocó un estado de locura que lo llevó a hacer lo que hizo”.
Pero la Justicia no tenía dudas de que Marone había sido el autor de un plan macabro para asesinar a su esposa y a sus pequeños hijos y después simular un accidente.
Macabro
Las pericias indicaron que el homicida había anudado cables de cobre en las muñecas de las manos de las víctimas para que recibieran la descarga. ¿Cómo logró concretar su plan siniestro? hacerlo? Primero le pidió a su mujer que sostuviera un cable mientras él, supuestamente, reparaba el lavarropas. Sin sospechar nada extraño, la esposa ayudó a su marido y terminó fulminada por una descarga. Minutos después llamó a los pequeños y les propuso “jugar” al tren, para lo cual colocó los cables de cobre alrededor de sus muñecas, a modo de pulseras, a los que unió con otro cable conectado a la energía eléctrica.
Intento fallido
En el juicio el acusado fue condenado a prisión perpetua y encarcelado en Junín. Después Marone nombró a un abogado defensor de la ciudad de Mercedes que intentó desvirtuar su confesión. “Albor Húngaro, ese era su nombre, un letrado muy inteligente que orquestó una trama novelesca en que la Marone se había confesado porque se sentía culpable, pero que en realidad quien había matado a sus hijos y después se había suicidado era su mujer. A lo mejor toda esa telenovela que tejió el abogado tenía visos de razonabilidad, pero yo nunca la creí y a ese misterio Marone se lo lleva a la tumba, porque él nunca habló del tema. Lo cierto es que la Corte confirmó el fallo de la Cámara Penal de Junín”, explicó Sainz.
Para el camarista la conmoción por el caso estuvo dada por la buena imagen que el acusado tenía en la ciudad. “Era un vecino de conducta correcta, sin antecedentes, con buenas referencias en su trabajo y entre sus vecinos. Además toda la familia Marone gozaba de buen concepto en la sociedad juninense. Por eso nadie se imaginó que este hombre podía ser capaz de hacer una cosa así; un crimen tan elaborado y macabro al mismo tiempo, agravado con el intento fallido de que pareciera un accidente”, resaltó.
Libre en 15 años
En la Unidad Penitenciaria Nº 13 Marone empezó a cumplir su condena, aunque por la llamada ley del “dos por uno” -hoy derogada- y las conmutaciones de pena, además de la buena conducta, “estuvo preso unos 15 años, aproximadamente. Después de que quedó libre no supe más nada de él ni tampoco quise averiguarlo”, añadió Sainz.
Pasaron cuarenta años de este asesinato múltiple y es muy poco lo que se sabe acerca de este enigmático hombre. Algunos dicen que mientras estuvo en la cárcel estudió, se recibió de abogado y al recuperar la libertad se estableció en otra ciudad. Tampoco es mucho lo que cuentan quienes fueron sus allegados. Y a pesar de tener familiares en Junín resulta casi imposible que se animen a hablar de un pasado cargado de dolor.
Ahora bien, hay una pregunta que difícilmente encuentre respuesta: ¿Por qué lo hizo?