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¿Qué importa quién es Banksy?

Qué hay detrás de Banksy, el artista callejero que prefiere el anonimato y reactiva viejos debates en torno al arte.

Por Redacción

Sabado, 11 de abril de 2015 a las 23:38

Por Luciano Lahiteau, especial para Junín Noticias

Días atrás se sumó un nuevo episodio a la saga Banksy, la historia más atrayente del arte contemporáneo: un gazatí vendió una puerta pintada por 700 shekels, ignorando que podría haber obtenido miles de dólares por ella. Rabie Darduna, el hombre en cuestión, quiso rescatar algo de su casa que había sido destruida, como tantas otras en Gaza, por los bombardeos israelíes que vienen repitiéndose desde hace quince años. Sólo había quedado en pie la puerta, una común y corriente. Darduna y su familia evacuaron antes de ver caer las bombas. Al volver, solo quedaban un montón de escombros, un marco y la puerta, ya irreconocible: un artista anónimo había cubierto la superficie de madera con una acongojada Níobe, reina de Tebas, pintada con spray. Todo indicaba que el autor había sido Banksy, el artista callejero más famoso del mundo.

"No tenía ni idea del valor del dibujo o quién es este Banksy", reconoció Darduna. "Si lo hubiera sabido nunca habría vendido la puerta tan barata", agregó luego. Días después de sentirse un tonto ante la prensa que lo acosaba por haber sido tan iluso de perder miles de dólares, Darduna presentó una demanda, a través del abogado Mohammed Rihan, quien consiguió que la justicia gazatí confiscara la puerta. "Exigiré la devolución de la puerta a su verdadero propietario, Rabea Darduna. Mi cliente fue estafado", dijo Rihan. El acusado es un joven artista de 23 años, Belal Khaled, que luego de la intervención policial en su casa de Khan Younis le dijo a la agencia Reuters: "Los policías se llevaron la puerta y me dijeron que lo hacían de acuerdo con una orden judicial, porque había una denuncia contra mí. Ahora yo soy el verdadero propietario de la puerta, e intentaré demostrarlo en los tribunales".

El caso está lejos de resolverse y, más allá de la desdicha de Rabie Darduna, parece solo un capítulo más del affaire Banksy, un personaje que desde el arte callejero y el anonimato se convirtió en un fenómeno mundial, incluso fogoneado por el mercado del arte al que él mismo denuncia a través de sus grafitis, intervenciones y murales. Desde la aparición de sus ratas stencileadas en las calles de Bristol, Inglaterra, durante los ’90, hasta sus figuras sarcásticas sobre el militarismo aparecidas a inicios de este año en Gaza y Cisjordania, Banksy (quien quiera que sea) reactivó toda una batería de discusiones respecto del arte y la cultura: ¿cuál es la función social de un artista? ¿Qué debe hacer por nosotros el arte? ¿Existe el arte político? ¿Qué significa hacer crítica desde el arte en la actualidad?

Banksy no es ningún innovador. Empezó expresándose con el graffiti y luego pasó al stencil, una técnica que le permitió ser más rápido y certero. En su libro “Wall and Street”, el propio Banksy cuenta que comenzó a usar plantillas de cartón fabricadas por él mismo y que luego rociaba con pintura en spray para autos. Esto le daba la agilidad necesaria para pintar paredes por toda la ciudad en un país donde esa actividad es ilegal. “Todo arte es un paso atrás comparado con el graffiti y el stencil –cree Banksy-. Es vandálico y es antiautoritario en esencia. Yo me considero un vándalo, pero de calidad”. Banksy tomó estas premisas de sus dos principales influencias, la banda punk Crass, que promovía la acción directa y adscribía a la anarquía en los ‘70, y el artista callejero parisino Blek le Rat, epítome del arte contracultural de los años ’80. “Cada vez que creo que he pintado algo ligeramente original, me doy cuenta de que Blek le Rat lo hizo mejor, solo que veinte años antes”, admitió Banksy en alguna de las contadas entrevistas que ha dado.

Su fama, además, se asienta en otros dos elementos. Primero, el carácter internacional de la obra: luego de emigrar de Bristol a Londres, Banksy se ha encargado de que sus imágenes aparezcan en las calles de distintas ciudades en el mundo, en especial en sitios arreciados por la guerra y el terrorismo: su sello ha aparecido en Barcelona o Los Ángeles, pero con  mayor fuerza en Palestina o la Franja de Gaza. Con esto y con el contenido de su arte, que conlleva una fuerte crítica al mundo capitalista, sus modos de vida y su consecuente estado de guerra permanente, Banksy se ha ganado el mote de artista político, algo de lo que él reniega: “No sé si es posible ser un artista político; el arte requiere tanto ego y egoísmo que, finalmente, se convierte en una carrera que a los que realmente atrae es a los giles. Quizá yo pueda ser más político que otros artistas, pero no es mucho decir, la verdad”.

Segundo, que toda esa crítica no fue obstáculo para que el mercado del arte acogiera sus obras como las de cualquier artista o, peor, como uno muy caro. Estrellas como Brad Pitt y Angelina Jolie han pagado miles de dólares por un Banksy, obras que son arrancadas de sus emplazamientos originales, que siempre son lugares públicos. La casa de subastas Sothesby’s subastó en 2006 impresiones con la imagen de Kate Moss como si fuera Marilyn Monroe, por el precio de 80 mil dólares. En 2007, una obra suya llamada “Space Girl & Bird” se vendió por medio millón. El precio siguió subiendo. Y en lo que puede considerarse otra de sus obras, esta vez conceptual, el propio Banksy puso a disposición de los paseantes del Central Park, en Nueva York, lienzos originales firmados por él a 60 dólares cada uno. Esta “mercantilización” despertó las críticas de los que creían que Banksy era un abanderado de la causa anticapitalista, cuando apenas es un artista comprometido con la lectura crítica del mundo en que vive. Steve Wright, periodista especializado en arte que escribió “Home, sweet home”, un libro sobre Banksy, dijo lo suyo sobre este punto: “No sé si es millonario. Creo que no; los que ganan miles de libras son los que compran y venden y revenden sus obras, los inversores. Lo que sí sé es que él podría ser rico si quisiera. Y en internet ofrece grabados a solo 500 libras. Sigue creyendo en el arte accesible. ¿Hay algo más democrático que pintar en la calle para que lo vea todo el mundo?”.

“Leí que los vigiladores de los grandes museos de Londres encontraron que el promedio de la persona que mira una pintura es de 8 segundos. Entonces, si vos ponés tu arte en un semáforo ya estás superando los números de Rembrandt”, dice Banksy, con el tono irónico que lo caracteriza. Muchos se han obsesionado con saber quién es la persona detrás de Banksy, aunque quizás sea más interesante dar vuelta la cámara y tratar de ver qué produce en nuestra cultura global la aparición de su obra. “Una pared es un arma muy grande –afirma Banksy-. Es una de las cosas más desagradables con las que puedes golpear a alguien”.