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Revista Burra: subversión tropical

La creación editorial de dos estudiantes de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora hace repensar el esquema de los medios culturales. ¿Se puede abordar la realidad desde la cumbia?
 

Por Redacción

Domingo, 13 de marzo de 2016 a las 01:34

Por Luciano Lahiteau, especial para Junín Digital

En 1967, Jann Wenner y el crítico musical Ralph J. Gleason crearon la revista Rolling Stone. La publicación, que tenía una esencial relación con el rock & roll, se proponía ir más allá de la reseña musical y las noticias acerca de las estrellas pop. Rolling Stone quiso ser un aporte al movimiento rock, a esa nueva cultura joven que entrecruzaba inquietudes filosóficas, artísticas, políticas y sexuales sin un orden jerárquico. No se trataba de mirar el ombligo del rock & roll (solamente) sino de ver el mundo a través de la cultura rock.

A miles de kilómetros de aquella ciudad de San Francisco, y casi una década después, el periodista Jorge Pistocchi fundó Expreso Imaginario en Buenos Aires. Una revista –otra vez- que superaba la experiencia de Pelo –creada por Daniel Ripoll en 1970- quitándose las anteojeras musicales: la actualidad del mundo y el país a mediados de los setenta era lo suficientemente pesada para que los rockeros argentinos no dijeran nada sobre ella. Como en los Estados Unidos de mediados de los ’60, se trataba de mirar la realidad a través de la nueva cultura que traía consigo el rock & roll. Filosofía oriental, artes plásticas, ecologismo y música hilvanaron la identidad de la publicación, que reforzó su rol cultural con su correo de lectores, donde se daban profundas discusiones estéticas y políticas entre anónimos y tipos como Luis Alberto Spinetta o Charly García.

Estas publicaciones, escritas y dirigidas por jóvenes (Wenner, el fundador de Rolling Stone, sigue trabajando como editor; Pistocchi tenía 35 años cuando Expreso Imaginario salió a la calle), compartían la intención de interpelar a la realidad desde un nuevo punto de vista, de ver el mundo con otros ojos, distintos a los de los medios de comunicación masivos. Pero el rock & roll, y la cultura que se llegó a crear alrededor suyo, dejó ser perturbadora para el status quo, al menos en los términos en que lo fue. Su lenguaje y sus formas ya no fracturan el discurso hegemónico, sino que fueron absorbidas por él. Quizás por eso la experiencia de una pequeña revista del sur del Conurbano bonaerense dedicada –en principio- a la cumbia, sea tan interesante.

Revista Burra (www.revistaburra.com.ar) editó su primer número en febrero de 2013. La tapa la ocupó Dany Lescano, la cara visible de Flor de Piedra, quizás el primer grupo de cumbia villera. Además de la entrevista al pionero del género que estalló junto a la economía argentina a principios de este siglo, había artículos como “La jarra loca”, “Me gusta tu mujer”, “Gatillo fácil” o “Villa Caraza: tierra santa”. Entre las figuras ‘que moldearon la edición’ estaban Maradona, Stendhal y Güiraldes. La cumbia como principio para hablar de la cultura popular en Argentina. “Teníamos muchas cosas que aborrecemos de los medios de comunicación –contaban Sebastián Caraballo y Juan Relmucao, dos de sus hacedores, en una entrevista con Radio Sur FM 88.3- y queríamos hacer algo que nos gustara”.    

Para ellos “No existe otro leimotiv que la subversión”. “La idea es atravesar todas las dialécticas posibles por medio de la cumbia”, le decían al portal Marcha. “Burra es propuesta y ruptura, somos arrogantes y desde la comunicación, desde la pretensión de ser escuchados, desde la ambición de regentear nuestro propio medio. Nos hacemos cargo de esa arrogancia y no te vendemos una legitimidad que radica en una presunta verdad”.

Así habla Burra: “No está en la punta de la cubierta de un velero uruguayo ni lleva pantalón blanco y siete meses dedicados a leer las primeras 40 páginas de cada libro zen que encuentre, pero todo el tiempo hablará como si su realidad fuera tal. Lo primero que hace es avisar que va a despertar a su hermano, luego cubre su impune torso con una chomba roja. Cuando Chelo vuelve nos conduce por el enorme garage donde descansan un 504, un 406 y una Traffic todos blancos y nos hace subir hasta la cima de esta Babel donde se habla con un ligero acento mezclado con un registro de jugador de fútbol, digamos, Buffarini” (Chelo y Javito, entrevista publicada en Burra #4).

Para quienes hacen Burra, la revista es la explicitación de una “forma de vida” que supone, por supuesto, la cultura cumbiera pero también un umbral de intereses de clase media que tienen que ver con el consumo, la cultura de masas, la intelectualidad y el abordaje crítico de la actualidad política y social. La cumbia y sus personajes, fenómenos y contradicciones, es la pinza para tomar las clavijas de la realidad a las que quiere referirse. En su primer número, el perfil curtido de Dany Lescano estaba rodeado de palabras: poesía, Menem, sexo, Malinowsky, ecoterrorismo, infidelidad. Con esa mixtura, Burra creó su espacio y rompió la atractiva pero a menudo previsible y compasiva realidad editorial actual.

La revista se produce y distribuye de forma autogestiva, y forma parte de AReCIA (Asociación de Revistas Culturales Independientes). Pero a  diferencia de muchos medios similares, no hace una alabanza de ese tipo de publicaciones por el solo hecho de no ser impresa por una empresa editorial. “El point está en tener el know-how para hacer de tu medio un medio atractivo, comprable –dicen-. Le tenés que poner tetas a tu revista, tenés que diferenciarla galácticamente de las otras revistas, desde la agenda, sí, pero mucho más desde el registro que tengas”. Ponerle tetas a Burra significó hacer un gran trabajo de archivo –sus cuentas de Twitter y Facebook son una fuente inagotable de registros inhallables-, dar forma un personaje editorial y su discurso –cada publicación de la revista tiene un tono y un humor fácilmente distinguible-, elaborar un lenguaje propio –capaz de preguntarse “¿Que influencia tuvieron los medios hegemónicos  en las últimas PASO?” en una edición que lleva en tapa a Antonio Ríos- y crear un público propio –medianamente ilustrado e informado, adepto a las expresiones culturales políticamente correctas pero permeado socialmente por la cultura cumbiera-.

“De alguna manera creemos ser parte de una contracultura que todavía no existe –se definen a sí mismos-. No queremos repetirnos y trabajar en esa especie de ‘canon de la comunicación’, que es la proto-crítica de lo aparentemente artístico, lo aparentemente literario, lo aparentemente periodístico. Queremos que ese desertor de la carrera de periodismo, que abandonó porque no le daba para semiología, pero si para escribir como si estuviésemos en 1983, redacte una reseña sobre nosotros, nos ame”.