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La enseñanza de Agustín Lescano

El mediocampista de la Reserva de Sarmiento, que acaba de sufrir la fractura de su clavícula, demuestra partido tras partido que jugar bien al fútbol no es un tema de altura.

Jueves, 22 de noviembre de 2018 a las 09:35

Cuando Laureano Ruiz llegó a La Masía (residencia del fútbol formativo del Barcelona) lo primero que hizo fue quitar un cartel que decía: “Si vienes a ofrecerme un juvenil que mida menos de 1,80 m date la vuelta”* y esa fue una de las piedras fundacionales para que allí dentro crecieran los Iniesta, los Xabi, los Meesi pero sobre todo una idea de juego que revolucionó el fútbol.

Por estas tierras, no hace mucho, pasó un “nefasto” entrenador que le dijo despectivamente, a uno de los más destacados jugadores del semillero de Sarmiento, que no podía jugar al fútbol porque era muy chiquito. En este mismo club y no hace tanto otro exentrenador me contó que la tendencia sobre lo que requieren los técnicos de Primera es de jugadores grandes y físicamente fuertes y ese era un requisito a la hora de elegir jugadores que se sumaran a las formativas del club.

Llamativamente y a contramano de esta última idea en la Reserva juega un chico llamado Erik Lescano (Quiroga, en Primera, y Paradela son otros casos). 1,63 de altura, 58 kilos, formado en las divisiones menores de Mariano Moreno, hace dos años que está en el club. Lescano no tiene una estatura como la que requieren los “técnicos de Primera” y mucho menos un portento físico que lo haga prevalecer en ese sentido, pero juega al fútbol como nadie. Lo hace en el sector del campo donde más gente hay: el mediocampo. Pero se las arregla para pasar entre tanto cuerpo y piernas con la pelota pegada en su zurda. Y como buen zurdo esconde su decisión hasta último momento y tiene esa precisión quirúrgica para asistir como para eludir rivales como si fueran conos. Agustín, así es su segundo nombre y así lo llaman, ya que su padre también es Erik, utiliza su cuerpo con ventaja. Frena antes que los rivales y acelera cuando todos piensan que ya no arrancará. Maneja bien el tiempo y el espacio y cuando alguien hace eso en el fútbol se destaca sobre el resto. Y como si le faltara algo le pega bien a la pelota. No son tiempos donde los árbitros se caractericen por proteger a los que juegan y lo sufre partido tras partido. En el encuentro con Chicago fue tan incontrolable en el primer tiempo que recibió no menos de cinco faltas.

Alguna vez, quizás dentro de muchos años, el preconcepto de la estatura dejará de existir y los futbolistas serán evaluados por sus aptitudes técnicas. Mediarán dos metros o 1,50; pero jugarán bien al fútbol. En ese momento, en Sarmiento, algún memorioso les hablará de un tal Taqueta Barrionuevo, que era chiquito pero que nadie le podía sacar la pelota. Y también le contará que luego fue entrenador, que elegía a los mejores, no a los más grandes, y que sus equipos tenían algo tan hermoso como imprescindible y valioso: identidad.

 

*Cita del libro Senda de Campeones, de Martí Perarnau. Editorial Salsa Books 2011.