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| 13/04/2020

Cuando Eduardo Galeano “pintó” al juninense Atilio García

Literatura futbolera. En el aniversario de la muerte del escritor uruguayo publicamos “Gol de Atilio”, incluido en el ineludible libro “El fútbol a sol y sombra”.

Decir Eduardo Galeano para los futboleros amantes de la literatura es indefectiblemente rememorar el libro del uruguayo “El fútbol a sol y sombra”, donde representó, con historias entrañables y esa mirada profunda y comprometida de los hechos sociales y culturales, al público de los más variados orígenes. En el inicio de esa publicación, editada en 1995 por Siglo XXI, Galeano describe el fútbol de ese tiempo y es toda una declaración de principios: “La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar por que sí.

En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable. A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana: bailarín que danza con una pelota leve como el globo que se va al aire y el ovillo que rueda, jugando sin saber que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez”.

Este 13 de abril se cumplen cinco años de su muerte y repasamos un texto que se relaciona con Junín, ya que cuenta una acción del goleador juninense que hizo historia en Uruguay, Atilio García, siendo hasta nuestros días el goleador del fútbol charrúa con 335 anotaciones.

Gol de Atilio

Fue en 1939. Nacional de Montevideo y Boca Juniors de Buenos Aires iban empatados a dos goles, y el partido estaba llegando a su fin. Los de Nacional atacaban; los de Boca, replegados, aguantaban. Entonces Atilio García recibió la pelota, enfrentó una jungla de piernas, abrió espacio por la derecha y se tragó la cancha comiendo rivales.


Atilio estaba acostumbrado a los hachazos. Le daban con todo, sus piernas eran un mapa de cicatrices. Aquella tarde, en el camino al gol, recibió trancazos duros de Angeletti y Suárez, y él se dio el lujo de eludirlos dos veces. Valussi le desgarró la camisa, lo agarró de un brazo y le tiró una patada y el corpulento Ibáñez se le plantó delante en plena carrera, pero la pelota formaba parte del cuerpo de Atilio y nadie podía parar esa tromba que volteaba jugadores como si fueran muñecos de trapo, hasta que por fin Atilio se desprendió de la pelota y su disparo tremebundo sacudió la red.


El aire olía a pólvora. Los jugadores de Boca rodearon al árbitro: le exigían que anulara el gol por las faltas que ELLOS habían cometido. Como el árbitro no les hizo caso, los jugadores se retiraron, indignados, de la cancha.

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