Primera confesión familiar: uno de nosotros sufrió su primer contratiempo escolar en Geografía cuando le preguntaron en qué continente vivíamos y contestó, seguro, alegre, casi orgulloso, "Copa América". Segunda confesión familiar: uno de nosotros sufrió su primer contratiempo escolar en Lenguaje cuando lo interrogaron sobre las palabras más importantes del mundo y respondió, fuerte, convencido, casi radiante, algo que no era ni "amor" ni "libertad" ni "revolución" y ni siquiera "lluvia" porque no pudo evitar decir "fútbol". Tercera confesión familiar: se es lo que se puede, se es lo que se es, y nosotros, hijo y padre, padre e hijo, somos exactamente esto.
Primer recuerdo de padre y de hijo en una Copa América: en 1993, en un departamento corto y porteño, uno de nosotros, el padre, gritó los dos goles campeones con los que Batistuta sacudió a Guayaquil porque la Copa se hacía en Ecuador y la final con México venía brava y el otro, el hijo, flameó en upa, gritando, también gritando, sin dominar el motivo preciso para estar gritando, pero contento porque a los dos años gritar es maravilloso y más maravilloso todavía es gritar junto al papá. Segundo recuerdo de padre y de hijo en una Copa América: en 1997, uno, el padre, le argumentó sin éxito al otro, el hijo, qué misterio tan gigante era eso de que en la altura de Bolivia, donde se escenificaba la Copa, "la pelota no dobla". Otro más, entre cien recuerdos de padre y de hijo en una Copa América: en 2004, uno nos desesperamos porque la Copa se acabó en Lima y a Argentina se le fugó, en el último instante de la final frente a Brasil, un título que había rozado con las yemas, con los méritos y con el juego, y hubo que confesarnos, hundidos en un barro de incomprensión y de tristeza, que, a veces, ni en la existencia ni en la cancha es posible entender todo y que un padre no siempre puede consolar a un hijo y un hijo no siempre puede consolar a un padre. Último recuerdo de padre y de hijo en una Copa América: en 2011, no pudimos rumbear hacia el estadio de Colón la noche en la que la Selección apostaba mucho contra Uruguay porque la Copa América había regresado a la Argentina y, en lugares distintos pero con los párpados igualmente perplejos, las pantallas de los televisores nos castigaron mostrando que Carlitos Tevez fallaba un penal decisivo. "Afuera", nos resoplamos a un solo tiempo y por teléfono porque, claro, estábamos afuera y porque, milagro, identidad o genética, a veces un hijo y un padre pronuncian lo mismo, lo mismo, lo mismo, a la vez.
Primera historia de Familia Mundial: hace un año, entre Brasil y Argentina, entre el universo y el hogar, contamos el Mundial 2014, tratando de ponerle ojos y palabras a la idea de que un campeonato de fútbol representa muchas cosas, pero, en especial, constituye un acontecimiento que se respira entre afectos, una cita obligatoria que se evoca mezclando jugadores y abuelos, corners y sobrinos, goles y padres, hijos y goles. Fue una aventura en la que nos acompañaron tantos parientes y tantos amigos, tantos a los que les conocíamos los rasgos de memoria y tantos otros a los que descubrimos en el camino, que primero nos pusimos felices y después nos dieron ganas de repetir. Así que segunda historia de Familia Mundial: se viene Familia Mundial de la Copa América de Chile para desparramar crónicas, cuentos, historias, lo que se nos antoje, en una música a dos voces y desde dos naciones, con la invitación abierta a que nos lean y a que lean, a que digan y a que nos digan, a que escriban y a que nos escriban. Tercera coincidencia entre la primera y la segunda historia de Familia Mundial: el fútbol, aun enchastrado de mugres que enfurecen, persiste como una oportunidad extraordinaria para encontrarse con la familia, con los afectos, con los otros. Quinta coincidencia entre la primera y la segunda historia de Familia Mundial: seguimos siendo, para ver partidos, para soñar textos, hijo y papá.
Detalle adicional, acaso una excusa de nuestros pasados en las aulas: de ahora en adelante, por unas semanas, la clases de Geografía deberán aceptar como correcta cualquier contestación que indique que este continente hermoso se llama Copa América; y, por unas semanas, cualquier aula de Lenguaje podrá darle valor a todo lo que suene, pero difícil o más que difícil, que algo retumbe más importante que la palabra "fútbol".
Ariel Scher para Familia Mundial