La última semana de junio 1985 fue una de las más difíciles para Julio Grondona desde que el Almirante Lacoste lo había sentado en el sillón del quinto piso de la calle Viamonte a principios de 1979. La noche del 30 el equipo de Bilardo perdía contra Perú y estaba a minutos de quedar afuera del Mundial de México. Hugo Santilli, vice de la AFA y presidente de River, giró para hacerle un comentario del partido en plena platea San Martín y vio cómo su narina derecha sangraba sin parar. “Julio, si no te tranquilizas te va a estallar la cabeza, andá al baño a limpiarte”. Cuando el caudillo de Sarandí malgastaba papel higiénico para frenar la hemorragia en el baño de caballeros del Monumental, escuchó el estallido. Tres exSarmiento lo ponían en México: Jorge Burruchaga había metido un centro llovido, que Daniel Passarella había matado con el pecho y después de un derechazo que languidecía en la línea, empujó Ricardo Gareca. Argentina estaba en el Mundial y eso calmaba el pésimo clima cuerpo Técnico-Jugadores-Gente.
Pero no era su única preocupación, en esos días previos había recorrido con su ladero Eduardo De Luca (actualmente con prisión domiciliaria por la causa de sobornos de la Conmebol) todos los canales de televisión, carpetita en mano, ofreciendo los derechos del fútbol argentino. A Grondona lo desvelaba una AFA autosustentable y veía en la venta de los derechos televisivos su gran oportunidad. El inconveniente era que a nadie le interesaba. Hasta ese momento, el partido más importante se repetía los domingos a la noche en diferido, con algún resumen del resto de los encuentros destacados en ATC (Argentina Televisora Color, actualmente TV Pública) y Canal 9 competía con Todos los Goles, un programa que ponía al aire resumen de todos los partidos de Primera y algunos del ascenso. La cosa no daba más que para eso y los canales no aportaban un solo peso.
José Santoro, el Sapo, había compartido la dirigencia de Independiente con Grondona en los 70. Vivía en el exclusivo country Highland de la zona norte del Gran Buenos Aires y tenía como socio y vecino a un paraguayo atrevido, propietario de una agencia de publicidad y una productora de TV, que había llegado a la tele con un programa que robaba imágenes de la televisión estadounidense y las repetía en la pantalla local. El ciclo se llamaba Todo Golf y lo conducía acaso uno de los periodistas deportivos más probos de la historia, el chileno Francisco Campos. Santoro los presentó y nació así la dupla que mandó en el mercado de los derechos deportivos durante años, Julio Grondona/Carlos Ávila. Grondona se encargó de ponerle un precio accesible al producto, Ávila corrió el riesgo aportando el capital y pudo darle envión inicial a su pequeña Pyme, Torneos y Competencias, de la mano de Fútbol de Primera, el programa bandera que se empezó a emitir en ATC, que solamente agregó un piso de bienvenida y otro de despedida, con la presentación de Enrique Macaya Márquez, a lo que ya venía pasando.
La obtención del Mundial 86 y la explosión de las comunicaciones hacia fines de la década de 1980, potenciaron el negocio. El fútbol argentino estaba plagado de estrellas y ahora el cable daba la oportunidad de sumar canales que podían emitir aquellos partidos que veíamos en diferido, pero en directo. Les aseguro que ver fútbol en directo era realismo mágico. Claro que ese tipo de magia ningún circo la ofrece gratis.
Así, nacieron las empresas locales de cable –Junín había sido precursor del circuito cerrado de TV muchos años antes- y ver televisión pasaba a ser un gran entretenimiento (pago). El Grupo Clarín, al que el Estado había otorgado en 1989 las frecuencias de Radio Mitre, Fm 100 y Canal 13 como quien ofrece la sobra del asado al perro del vecino, vio que ahí también había un negocio gigante. Se asoció con Torneos y nació TSC (Televisión Satelital Codificada) un canal que estaba en ´negro´ durante toda la semana y que renacía los fines de semana con el partido codificado. Luego, ese canal pasó a ser el primer canal de deportes de Argentina. Era la primavera del 94 y florecía TyC Sports.
En un país de tradición deportiva gigante, este canal pasó a ser el centro de la cuestión. Todo lo que se daba gratis hasta el momento en los canales abiertos (tenis, fútbol, básquet, vóley, automovilismo) lo empezó a emitir esa señal. Las empresas locales que habían invertido fortuna en el extendido del cable en todo el interior desesperaban por tenerlo y allí Clarín comenzó a desarrollar el corazón de su gran negocio. Sin ningún tipo de regulación por parte del Estado, ofrecía el fútbol a un precio desorbitante o bien amenazaba con poner un cable propio en esa ciudad con la exclusividad de la pelota. Es decir, ahogaba a los cableros locales y –con el fútbol como espada- se quedaba lentamente con todo.
El negocio -que puede parecer muy complicado de entender- es muy simple. Clarín creo su propia empresa de cable, Multicanal, y se expandió por todo el país: Multicanal Junín, Multicanal Rosario, Multicanal Córdoba, Multicanal La Pampa, y siguen los multicanales que se comieron a casi todos los cableros locales hasta juntar 243 en todo Argentina. Y además de TyC Sports, creó otra señales, TN, Volver, Canal Rural, Magazine, etc.
Pero para comprenderlo mejor, detengámonos en TyC Sports. Del costo total del cable, cada canal tiene un precio. Es decir, si pagamos actualmente 550 pesos por el cable básico, algunos canales salen 30 pesos, otros 15, otros 40, otros 3 pesos, hasta llegar a la suma total 550. Antes de dejar la presidencia en 2007, Néstor Kirchner autorizó a Clarín la fusión de Multicanal con Cablevisión (dicen desde adentro del multimedio que a cambio de una bondadosa tapa junto con su ex ministro radical Roberto Lavagna). Así, los abonados totales de Clarín (Cablevisión + Multicanal) pasaron a ser 6 millones en todo el país; en ese momento, TyC Sports tenía un precio de 12 pesos dentro del paquete. 12 pesos multiplicado 6 millones –si la matemática no ha cambiado- son 72 millones de pesos por mes. Si lo multiplicamos por 12 meses nos dan 864 millones de pesos por año que al Grupo ingresaban por TyC Sports (no se cuentan aquí las ganancias por partidos codificados, ni las ventas publicitarias, ni los otros canales del Grupo).
Sin embargo, lo que Clarín le pagaba a la AFA eran 254 millones pesos, algo así como el 30 por ciento de lo que recibía de la señal de cable. Cuando a fines de 2006, se debían sentar a renegociar, Grondona tenía sobre el escritorio estos números y esperaba a José Aranda, el jerarca del Grupo Clarín, que con su sola presencia (mide cerca de 1,90) ya intimida. Sin embargo, su secretario, Daniel Pellegrino, acompañó hasta la oficina a un hombre de estatura menor, Ricardo Anglada, Director de Contenidos Audiovisuales del grupo, que no había sido parte de ninguna negociación, ni tenía poder de decisión en los negocios.
Luego de la escueta reunión, Don Julio estalló, “me toman por boludo y encima me mandan a negociar a este petiso de mierda”. Ese encono personal fue el primer paso que –sin saberlo- dio Fútbol Para Todos.
Luego de que el Gobierno de CFK rompiera con Clarín tras la 125, la exPresidenta tuvo la idea. Aníbal Fernández contactó a su ladero José Luis Meizner (expresidente de Quilmes, hombre de confianza de Grondona y actualmente también preso como De Luca) y armaron una reunión en Olivos entre ambos. Cristina fue directa: ´si le ofrezco 650 millones por el fútbol, ¿usted me promete que no lo renegocia con Clarín?´. Grondona ofreció un gesto de lógica afirmación: el fútbol volvía al canal del Estado, luego de 23 años. Y gratis.
La operación fue fácil, de los 1500 millones destinados a la pauta oficial, 650 millones irían al fútbol. Este dato –publicado en el boletín oficial- rara vez fue tenido en cuenta. Inmediatamente se alzaron las voces que sentenciaban que faltaban gasas en los hospitales porque el Estado ponía dinero en el fútbol, una afirmación falsa de toda falsedad: lo que faltaba era la pauta oficial en los medios de donde emergían esas voces. Si estaba bien o mal que el Estado le brinde gratis los partidos a la gente, es otra discusión. Lo concreto es que el Estado no imprimió un peso demás para darle a la AFA en ese momento. Eso sí, inmediatamente el grupo Clarín tuvo la excusa perfecta, dejó en la calle a la mitad de la planta permanente de TyC Sports.
Por otra parte, CFK promulgó a los vientos: “vamos a vender el fútbol y con lo que sobre vamos a financiar el deporte olímpico”, soltó la ExPresidenta delante de Grondona y del entrenador de la selección, Diego Maradona, el día del anuncio. No estaba asesorada, la torta publicitaria no cubría, ni cubre, más del 30 por ciento del costo total del producto.
A su vez, Máximo y Néstor Kirchner tuvieron la idea del torneo de 30 equipos y lo hablaron con Grondona antes de la muerte del exPresidente. Querían un fútbol más federal, con posibilidades para los clubes chicos del interior. Grondona pidió más plata y todo se puso en funcionamiento. Esa decisión redundó que equipos que ni soñaban jugar en Primera un puñado de años antes, ahora tuvieran esa posibilidad. Sarmiento, el ejemplo que tenemos a mano.
Fútbol para Todos tuvo grises, muchos. Estuvo al frente del proyecto a Marcelo Araujo, periodista estrella de Torneos y Competencias, que seleccionó un grupo de profesionales de condiciones mejorables. El producto tuvo ponchazos, varios, pero se fue reacomodando. El Frente para la Victoria lo utilizó de manera panfletaria en algunas ocasiones pero también desde allí se hicieron campañas muy cuidadas –por ejemplo- para prevenir enfermedades como el dengue, la violencia de género y fomentar la restitución de los nietos que buscan las Abuelas de Plaza de Mayo. Lo concreto es que era un arma muy potente, al punto de que el actual presidente prometió no modificarla.
Pero una vez en el poder, cambió. Lejos de tener una política liberal como se preveía, los actos de gobierno denotan una línea más cercano a lo extractivo. Es un Estado que no evalúa, que no mira la eficiencia, que no deja que el mercado regule, sino que extrae recursos de un lado y los pone en otro. Es una mirada del mundo, sencillamente que consiste en sumarle privilegios a los sectores que pueden (campo, petroleras, mineras), y le extrae a los que pueden menos o no pueden (jubilados, trabajadores, estudiantes, científicos). No es la idea desandar si está bien o mal. Es una manera de ver el mundo, como tantas otras.
Lo que sí es importante destacar es que ésta es la misma lógica la que rige en el Fútbol para Todos. Si revisamos la pauta oficial de 2016 publicada en el boletín oficial ayer, el número total asciende a los 4700 millones, algunos millones más que cuando se fundó el FPT. No obstante, Mauricio Macri reafirmó que “el Estado no va a poner un peso más en el fútbol”.
Lo que sucede es básico, de Primaria. Ese dinero –que falta del fútbol- se redirige a los medios. Es decir, el ahogo a los clubes, no es una cuestión económica, el Estado seguirá gastando el mismo dinero, solo que ahora decanta de otra manera y en otros lugares. La decisión –como casi siempre- es mucho más política e ideológica que monetaria. La plata que no está en las notebooks de los pibes, en los remedios de los jubilados, en el Procrear, en los científicos del Conicet, en el FPT, está en las petroleras, en las sojeras, en las mineras y en los medios.
Es muy difícil de establecer si está bien o está mal que el Estado financie el fútbol, lo que sí es muy claro que esa plata no va a ir a las gasas de los hospitales, sino que va a ir a mucho de los medios que decían que faltaban gasas de los hospitales. Pues bien, si la alternativa es que el Estado financie el fútbol o financie los medios, acaso resulte preferible seguir viendo fútbol gratis. ¿No?