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| 25/04/2020

La pandemia y los trabajadores

Por José Bruzzone

Pese a haberlo explicado incontables veces, el plan con que el presidente viene conduciendo la lucha contra la pandemia vuelve a ser cuestionado "en nombre de la economía". Aquellos países que eligieron otras opciones hoy padecen los peores resultados: miles de muertos, decenas de miles de contagiados... y millones de nuevos desempleados en un sistema de todos modos destruído. Aún así, no importa cuánta evidencia se aporte para evidenciar falsa la dicotomía entre economía y salud, nuevos embates insistirán sobre lo equivocado del rumbo elegido.

El debate es constructivo cuando es entre bien intencionados, yo lo valoro. Pero permítanme despreciar ese discurso cuando es sostenido en nombre de los más pobres, pero por quienes han tomado decisiones siempre en contra de los más pobres. Inmejorable ejemplo brinda el negacionista ex funcionario macrista Lopérfido, quien en nota reciente nos proponía abandonar el aislamiento "para salvar la vida de aquellas personas que no comen si no trabajan".

En medio de una parrafada sobre el supuesto autoritarismo del presidente (que paradójicamente no toma decisiones sin antes consultar con gobernadores, científicos, economistas, políticos, etc), esa nota es solo otra voz en la campaña con que los grupos más concentrados pretenderán que defienden nuestros intereses cuando en realidad defienden los suyos. 

Como en otras guerras, una parte de la crónica periodística se concentra en contar cadáveres para generar conciencia sobre la gravedad de la amenaza. Sin embargo, hay que bucear un poco más para saber algo sobre quiénes son los que mueren: en Estados Unidos, debido a la preexistencia de enfermedades ligadas a la pobreza, los negros son quienes más han muerto por coronavirus, muy por encima de los blancos; en China, los chinos pobres mueren en proporción mayor que los chinos ricos; en Europa, el contagio parece ser democrático pero las posibilidades de sobrevivir están directamente relacionadas con el estatus económico. 

Más cercano, en Latinoamérica el virus fue introducido por las clases acomodadas, pero cuando entró en las barriadas populares hizo estragos. ¿No es algo que debamos considerar al evaluar la estrategia argentina? ¿Por qué considerar que levantar el aislamiento sería en favor de los que viven al día? 

Ni las ayudas en mercaderías, ni los bonos a jubilados, ni el ingreso familiar de emergencia ni los salarios subsidiados, ni los préstamos alcanzan para que todo sea como antes. Pero están, y ayudan a soportar un aislamiento que hasta hoy ha evitado contagios y muertes. 

Si no se hubiese dictado la cuarentena, todas esas ayudas serían difíciles de justificar. Y sin embargo, los jornales caídos se multiplicarían, y los gastos médicos se multiplicarían, y las licencias médicas pagas que las empresas deberían afrontar también se multiplicarían. Y si se produjeran muertes de personas en relación de dependencia, sus empleadores deberían afrontar indemnizaciones. Y si ocurriera un multiplicador como el que se ha experimentado en otros países, una empresa con cincuenta empleados compartiendo hábitat tendría a todo su plantel infectado antes de que se cumpla un mes del primer caso. Como se ve, no es solo decidir la reapertura.

Y si eso ocurriera en la economía formal, en los sectores por los que Lopérfido dice intervenir sería aún peor. Porque ahí sí que caer enfermo y no poder trabajar no tiene alivio. Y si ocurre lo peor, el daño impacta sobre más de una generación. 

La muerte es siempre un desastre, pero cuando pega sobre un jefe de familia de los sectores populares, hay toda una familia a la que se le complica para siempre (no me contaron esta historia, que para la mayoría es solo una oración dentro de una nota, créanme, tampoco económicamente  hay sistema previsional que repare esa ausencia).

Los discursos que hoy nos proponen un golpe de timón para salvar a los más pobres son cantos de sirenas, no llevan a buen puerto sino a donde ellos nos necesitan. Por el momento no hay opciones buenas, solo hay algunas menos malas. Lo que se puede hacer por toda la sociedad, se está haciendo; y lo que se pueda hacer por los más pobres, lo hará sin dudar el Estado Justicialista.

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Licenciado.en Sociología, profesor de la Cátedra Libre Tierra, Techo y Trabajo de la UNNOBA. Concejal Frente de Todos.