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| 20/07/2020

Una historia de amistad y fútbol escrita por Martín Echave

El cuento "El equipo de mi barrio" está incluido en su segundo libro "No es de oro, es de cartón" que el escritor publicó en 2019.

Por Redacción

El fútbol y la amistad son dos hilos conductores de los cuentos de Martín Echave. Este 20 de julio se celebra el día del amigo y compartimos "El equipo de mi barrio", incluido en su segundo libro "No es de oro es de cartón", que se publicó el año pasado y cuya presentación se puede leer en esta nota: "Música, cuentos y buena compañía en la presentación del nuevo libro de Martín Echave".

El equipo de mi barrio

En aquella tarde estábamos todos. Y los que no, me los imaginé o me los creé en una memoria que lugar para esas cosas tiene de sobra. No existe la ausencia cuando un corazón fotográfico se encarga de que por motivos diversos no todo observador podría percibirlos. por eso, me retracto de lo dicho al inicio, y digo con seguridad que ese día sí estábamos todos. Mi familia, mi barrio, mi casa, nuestra casa, mi infancia, nuestra infancia, la alegría, el compañerismo, la lealtad. Lo resumo: ahí estaba el fútbol. El verdadero fútbol. Ahí estaba la amistad. La verdadera amistad.

Ahí disfruté de sonrisas eternas y enojos pasajeros.

Ahí aprendí a llorar cuando el tiempo y la lluvia no me acompañaban.

Ahí aprendí a pedir perdón cuando un pelotazo golpeaba la ventana del vecino.

Ahí aprendí a dar las gracias, cuando un auto frenaba por no acabar con la vida de la única pelota en existencia.

Ahí aprendía  valorar, cuando el trabajo ajeno dejaba el escenario en óptimas condiciones.

Ahí descubrí la paz. Con la puerta abierta del portón del frente, representando la libertad.

Ahí conocí el vestuario universal y el comedor popular. Sin distinción de locales ni visitantes. Sin miedo. Sin temor. Sin rejas. La verdadera sensación de independencia. De tranquilidad. El camino directo a situaciones innegables como un vaso de agua, un mate cocido o un pan con manteca.

Ahí interpreté la previa. Con el sentimiento y la adrenalina que genera el precedente de un momento agradable.

Ahí valoré la vestimenta. Sin necesidad de logros, ni marcas, ni colores. La profesionalidad de un futbolista de barrio naciendo en el momento que se elige el atuendo para cada ocasión. De allí surgen los apodos, las posiciones, las cábalas, las creencias. La vestimenta es propia, personal, y gran indicadora de la personalidad y cualidad del jugador.

Ahí me formé mi equipo para toda la vida. Me propuse cuidarlos para que ningún equipo grande los comprara. Y descubrí que nuestro equipo era el más grande. Me propuse soltarlos para que si los tentaba otro escenario tuvieran la libertad de irse. Y descubrí que no había otro escenario perfecto. Me propuse enfrentarlos para conocer límite de tenerlos como rival. Y descubrí que era imposible hacerles daño. Me propuse tenerlos como amigos. Y descubrí simplemente, que no me equivoqué.

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